Shutter Island aúna todo lo que una buena película puede desear. Tiene una buena materia prima, la novela de Dennis Lehane. Adaptada muy bien por Laeta Kalogridis (no es fácil la adaptación de novelas, sabe Dios). La dirección es magistral, eligiendo un enclave maravilloso como Peddocks Island para la llegada a la isla, aunque los enclaves específicos son en diferentes lugares. Todos fantásticos, dando un ambiente lúgubre, salvaje, fresco, que llena de riqueza la cinta.

Desde el primer momento nos sumergimos en la trama. No hay ni un segundo de paz. El recibimiento hostil nos extraña, dejándonos perplejos, pero estamos dispuestos a todo. Se pasa miedo, tensión, de ese ambiente que te hace oír sonidos ocultos en la noche. Puertas que se abren en el piso de arriba, pasos, voces... Qué hará al cerebro abrir sus ondas expansivas hasta límites insospechados. Resquicios de nuestra época en la selva, que aún guardamos. El miedo nos agudiza los sentidos, así como el hambre lo hace con el olfato.

He quedado sorprendido y agradado con el resultado final. Todo cuadra. Lo que me aleja de un diez es que la historia o la prisión hubiesen sido reales. Culturizar es algo que le he de exigir al cine, cómo no. Muchas veces lo logra.