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Voto de Kalikatres:
3
Ciencia ficción Treinta años después de los eventos del primer film, un nuevo blade runner, K (Ryan Gosling) descubre un secreto profundamente oculto que podría acabar con el caos que impera en la sociedad. El descubrimiento de K le lleva a iniciar la búsqueda de Rick Deckard (Harrison Ford), un blade runner al que se le perdió la pista hace 30 años. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2017
44 de 75 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sí, empezaré confesando que soy un fervoroso fan de la primera película, que la vi en la fecha de su estreno en una sala hoy ya clausurada, cuando todavía apenas pensaba en mi fecha de caducidad como replicante y que, desde entonces, la he seguido viendo regularmente; es un buen antídoto contra la mediocridad reinante (salvo honrosas excepciones) que impera en este género por desgracia tan castigado que es la Ciencia Ficción.
No soy ningún fundamentalista. No me meso los cabellos si alguien mete mano en las joyas de La Corona, pero creo que hay cosas que es mejor no tocar; por eso, cuando supe que se iba a hacer también una secuela de Blade Runner, siguiendo la estela de esa nueva costumbre por la violación sistemática e indiscriminada de los éxitos y las sagas de hace décadas para copiarlos, saquearlos, remakearlos, relanzarlos y, por lo general, manchar su imagen para siempre (porque lo malo de esta tendencia es que las secuelas infames siempre acaban lastrando todo lo anterior); cuando lo supe, decía, compuse mi ensayada cara de escepticismo para secuelas y me encogí de hombros, con esa esperanza desapasionada ante la nostalgia con la que, sin muchos escrúpulos, juega la industria cinematográfica desde hace años: "bueno -me dije- volveré a ver a Rick Deckard y, a lo mejor, hasta lo hacen bien".
Cuando me enteré del director, ya empezaron a entrarme los sudores fríos. Es uno de esos directores cuyas flatulencias, no sabré nunca por qué extraña alquimia, a la crítica le parecen magníficamente perfumadas. Me horrorizó "Incendies", una película pretenciosa e inverosímil que, bajo su vacía apariencia de crítica concienciada, camufla una mera y rocambolesca historia de culebrón venezolano. Me dejó frío "Prisioneros", "Enemy" la dejé a la mitad por igualmente pretenciosa y onanista. Pero luego llegó "Sicario", y me encantó. Me gustó tanto como para permitirle el tedio soporífero de "La Llegada", que logra que una muy buena idea se alargue hasta el infinito a base de planos de "auteur" y de ruidos atronadores, algo de lo que peca en exceso esta entrega de Blade Runner, donde el director ha desatado todos sus tics más detestables.
Como dije, no soy ningún fundamentalista, me senté a verla con esperanza y ganas y, en fin, acabé pidiendo la hora, como los equipos de fútbol nerviosos reclaman al árbitro en los partidos que se alargan peligrosamente.
Blade Runner 2046 me pareció un despropósito. De nuevo, Villeneuve enmascara una historia simplona y un par de giros o sorpresas (por lo ilógicas) que ni siquiera son tales por lo previsibles, envolviéndolo todo en una planificación de celofán turbio que, si es elegante y bella en ocasiones, también es repetitiva y cargante hasta decir basta. Ciento sesenta y tres minutos de metraje llenos de planos innecesarios y, sobre todo, masturbatorios, de este director tan dado a los tocamientos cinematográficos. El lirismo y la poesía que impregnan la película de Ridley Scott, aquí se quedan en mera superficie, recreando estampas de postal metafísica que en algunos momentos rozan la risión. La presunta profundidad ontológica que se le supone a la historia se queda en discurso pseudofilosófico de primero de instituto, el intelectualismo del que presume el director se cifra en una frase de "La Isla del Tesoro", tan poco representativa de la novela y tan inane (imagino que por hacerse el original), que además de resultar muy improbable que el personaje de Ford la reconozca, provoca la carcajada: hombre, ¿de verdad me presentas a Rick Deckard después de 35 años hablando de quesos? Mejor ni hablar de las -a Dios gracias- escasas apariciones del insoportable Jared Leto, cuyas líneas de guión son de traca, a caballo entre Paulo Coelho y Cañita Brava. El personaje de Robin Wright, arbitrario y desaprovechado, al igual que el de Ana de Armas. De Ryan Gosling mejor ni hablo, un fenómeno que nunca entenderé, un tipo que en todas sus películas, independientemente de que se estrelle con una nave, se enamore, baile o tenga sexo salvaje siempre tiene el mismo e invariable gesto de sufrir en silencio las hemorroides. La película se anima un poco con Harrison Ford, pero cuando por fin se digna aparecer el barco ha naufragado hace mucho rato. El desenlace, además de dejar cabos sueltos y decepcionarnos al entender que algunas buenas ideas y personajes no ha dado tiempo a desarrollarlos (la tragedia holográfica, el ejército insurrecto) ¡¡en 163 minutos!! porque el director estaba muy ocupado dándoselas de artista moderno, cuenta con la escena de acción más estática, más fría y más mecánica de los últimos tiempos. Mención aparte tiene la gratuita y absurda aparición de rostro digitalizado que ya no puede faltar en ningún Blockbuster nostálgico. Y todo ello arropado por un metraje interminable, a lo largo del cual nos vemos asediados por la presencia constante de un sonido atronador (pero constante de verdad, que entorpece incluso escenas y diálogos), una puesta en escena megalómana y fría y un fondo filosófico digno de "meme" de Facebook. Sinceramente, por mucho Blade Runner que sea, a mí la nostalgia ya no me basta para que me cuelen un gol como éste. Es un bodrio vestido de gala. Pero un bodrio.
Kalikatres
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