En la primera media hora es solo una película más. Podría, el director, haber sacado mayor partido de aquellos jóvenes idealistas, llenos de vida y adrenalina, de los ideales que dan sentido a nuestra existencia, una finalidad mas grande que nosotros mismos.
Pero es la parte de la vida del joven Salvador en la cárcel, la que la hace una película destacable, donde narra la dignidad del joven, el sufrimiento de la familia, el miedo reflejado en los andares del padre, el respeto del guarda hacia aquel chaval inteligente y la esperanza de aquella ultima horas, cuando nosotros, pese a que sabemos el final, sentimos esa ansiedad, esa necesidad, el derrumbe, el final.
Y la gran actuación de Brühl (que ya estuvo inconmensurable en Good bye, Lenin!); es perfecta, es profunda e intimista; refleja esa paz que el joven posee consigo mismo, esa dignidad del hombre, y como dice Benedetti en el poema hombre preso que mira a su hijo "una cosa es morirse de dolor y otra morirse de vergüenza" y el joven Puig tiene la serenidad, la dignidad absoluta de aquel que ha vivido por una idea por la que vale la pena morir.
Y aquel guarda, tan común, tan como aquellos que hoy dirían que con Franco se dejaban la puerta abierta y no habían robos, pero digno, tanto que aquella ultima frase de él rompe al espectador, la hermana tiene razón, Salvador consiguió mucho mas.