King Kong es una historia tan popular que parecía increíble que no hubiese una película decente ni siquiera en los años 90, con ese 'boom' que hubo de películas sobre criaturas gigantes, extintas, ficticias y demás calificativos. En pleno siglo XXI si alguien quería disfrutar de esta gran historia tenía que remontarse a la primera y envejecida película o al absurdo remake de 1976. Finalmente fue Perter Jackson quien, tras llegar a la gloria con la adaptación de "El Señor de los Anillos", quiso llevar al cine una de las películas de su infancia.

Para comenzar a analizar la obra de Jackson diré que el primer y fundamental acierto fue ambientarla en 1933, año en que se hizo la primera película del simio. Los primeros minutos en los que el director nos muestra en unas pocas imágenes la Nueva York de la Gran Depresión son excelentes. Mucha gente se quejó de que la duración del film era excesiva, y puede ser, puede que tres horas de King Kong sean demasiadas pero lo cierto es que ese pequeño error se subsana con el ritmo de la película, que para nada es lento. Y es que Peter Jackson es de los pocos directores que tiene la facultad de hacer películas largas en las que piensas que sobra metraje pero en las que comprendes que todo lo que ves es necesario. Esto último se entiende con la introducción de la historia, no es hasta pasada un hora cuando aparece nuestro gigantesco protagonista, todo lo demas nos relata la situación de los artistas en aquella época y lo diferente que era el cine mientras que poco a poco nos mete en el misterio de la isla a la que se dirigen.

El apartado técnico es excelente, la captación de movimientos que ya se usó para dar vida a Gollum vuelve a impresionarnos al mostrar un gorila enorme moviéndose y haciendo los mismos gestos que su homólogo de la vida real. El resto de criaturas de la isla, como no podía ser de otra forma, están creados perfectamente al igual que la geografía al completo de dicha isla. Los personajes encajan muy bien y los actores los dan vida estupendamente, en especial la guapísima Naomi Watts y Jack Black, que nos tiene acostumbrados a la comedia y aquí nos muestra a un avaricioso director de cine. Adrien Brody cumple con su papel, que no es muy complicado.

Para ir terminando me gustaría destacar una de mis escenas favoritas: la primera aparición de esos terroríficos aborígenes, unos personajes fundamentales en la historia. La verdad es que en esta película consiguen dar bastante mal rollo y grima.

Nota: 7'5