Parece increíble que sólo sean 90 minutos de película. Pueden parecer pocos, y en esta película posiblemente lo sean, pero unos minutos más habrían convertido su visionado en una experiencia agotadora. La espectacular introducción nos agarra y nos lanza en medio de una historia amoral (manteniendo el estilo del libro, cosa que pocos guiones consiguen tan brillantemente), que se desarrolla entre drogas (pues no es una historia de drogas) y que no da ni un momento de respiro porque los protagonistas viven cuesta abajo y sin frenos...

La espectacular y cuidadísima banda sonora y la trepidante fotografía (juega magníficamente con la luz y el color) nos embargan los sentidos, de forma que podemos oler a chutódromo en el salón de nuestra casa, sentir las taquicardias, depresiones, alegrías, euforias de los protagonistas... La voz en off tampoco nos concede respiro, con una agudeza, sinceridad y clarividencia que asombra.

Los personajes están finamente perfilados, redondos para lo que es una película de esta duración. Entendemos sus pensamientos y sus debilidades, pero ninguno de ellos resulta pesado ni excesivo. Los secundarios aparecen en el momento adecuado, aportando cada uno una parte vital a la historia, por pequeña que sea.

En definitiva, una película total, cautivadora, de la que se haría difícil eliminar algo y a la que no falta de nada.