En la era de Internet parece que todos estamos controlados, con tanta red social en la que hacemos pública toda nuestra información. Es por esto que “El círculo” no puede sorprender como hace unas décadas, en las que esta idea que propone hubiera sido poco menos que revolucionaria.

Pero cuando ya estamos acostumbrados a todo, “El círculo” no tiene más argumentos para atraer al público que una trama de acción que no termina de cuajar, o crear un thriller sobre los peligros de la acumulación de información que ya hemos visto antes. Ni siquiera el truco de presentar a una especie de Steve Jobs ayuda a meternos en la historia de manera creíble.

La película plantea pocas preguntas, no hay un debate político ni moral, solamente importa desarrollar algo la historia para que la protagonista pueda después desmantelarlo todo sin apenas esfuerzo. No se llega al ridículo en algunas fases (con esa tormenta de ideas en una mesa enorme que no conduce a nada) pero lo roza.

Hanks aparece como salvador con todos esos cachivaches poco novedosos con los que pretende cambiar el mundo y no convence a nadie, en uno de los papeles más irrelevantes de su carrera; y Watson intenta mostrar con su interpretación la evolución de un personaje que se desilusiona por momentos, dejando dudas sobre su capacidad para ser protagonista en solitario.

Un montón de ideas conocidas que no conducen a nada, una dirección plana y rutinaria en manos de Ponsoldt, que parece no ser el mismo que rodó la interesante “Aquí y ahora” y un guion sencillo y sin ambición. No hay interés por proponer nuevas ideas o desarrollar las que tiene de manera diferente, dejando la película en el limbo del género.