Ya desde el primer momento, el nombre elegido para este justiciero es, cuando menos, ridículo. Uno está acostumbrado a escuchar nombres originales para superhéroes que, aun sin poderes aparentes, se dedican a hacer el bien por las noches. Pero no Avispón Verde.

Según avanza la historia, los detalles no encajan. Se nota que no se le ha puesto alma y todo sale a partir de un guión totalmente ceñido y encorsetado que no deja expandirse ni a los personajes, ni a las situaciones que les rodean.

No fluye como debería y no nos identificamos con nada. La forma en la que los protagonistas se conocen, la primera pelea, la modificación de los vehículos. Todos estos momentos deben tener más señas de identidad y no ocurrir porque sí. Están obligados a ocurrir.

Y es que por mucho que se empeñe (o por mucho que escriba el guión) Rogen no es un buen actor. Esa cara de alelado, tan pronto asqueado de la vida, tan pronto ansioso de acción, no cambia en todo el metraje. Su registro de expresiones no va más allá de eso: demasiado diálogo, poca chicha.

Con efectos especiales de risa y unas habilidades nunca probadas, ni siquiera el villano puede hacerse un hueco entre la maleza (y eso que se apellida Waltz). Un espectáculo pirotécnico con muy poca pólvora.