Vemos el cartel publicitario y nos sugiere tranquilidad, sosiego y paz. Es justo en el rango en el que se mueve Somewhere, capaz de desesperar al más tranquilo o de encantar a aquel que está deseando unas vacaciones desesperadamente.

Todo comienza con silencio, imaginativo recurso de no haber sido ya visto en otros ejemplos, y en algunos con sumo éxito (la maravillosa WALL-E). Intenta transmitir emociones, sentimientos que el protagonista experimenta pero no sabe expresar. Sin embargo no logra que el espectador sienta se coloque en el lugar de Dorff, tan asqueado de la vida que lleva como feliz de no tener que hacer nada más.

La aparición de su hija, no solo no trastoca sus planes, sino que hace de su estancia con ella uno más, no saliendo de la rutina en la que se ha instalado el filme. Fanning y Dorff consiguen dibujar unos personajes creíbles dentro de su normalidad, pero sin alma, y es así como les gusta comportarse. Sin embargo, todo el lujo del que disfruta y la impersonalidad que destila su forma de vida crean una especie de muro gracias al cual el espectador no consigue empatizar con el personaje, y a veces importa muy poco lo que le pase o le pueda pasar.

Coppola quizás sea una buena directora de actores, que se siente cómoda en las distancias cortas. Suele utilizar como si fuera un personaje más la ciudad donde discurre la película, pero se ha querido alejar tanto de todo que ha terminado por ir demasiado lejos y el entorno podría ser cualquier parte del mundo, perdiendo esa referencia para con el espectador, esa ubicación de la que habla el título.

Realmente no sabría bien en qué género catalogarla, y si hubiera uno de rarezas probablemente iría a esa estantería sin dudarlo. Hay por ahí muchas películas que dan muchas explicaciones para decir muy poco, por lo menos aquí lo tenemos claro desde el principio.