McConaughey lleva mucho tiempo sin apenas descanso, encadenando proyectos de diferentes géneros, con los que poco a poco se ha hecho un importante hueco. La cima del Oscar con “Dallas Buyer Club” no hizo más que reconocer este tramo de su carrera, pero realmente a él le gustan papeles como el de “Gold, la gran estafa”, esos de eterno perdedor con poca relevancia en los que dejarse llevar.

Si “Mud” ya era una buena prueba, y en “El lobo de Wall Street” nos dejaba secuencia para el recuerdo, “Gold…” nos deja un personaje obsesionado con la idea de encontrar oro cueste lo que cueste. Esta obstinación guía sus decisiones, sus movimientos y sus ideales, siempre centrado en su padre y en cómo éste levantó su negocio. McConaughey, necesariamente desmejorado para el papel, tiene unos cuantos momentos épicos siendo el alma de la película. Sobre él se sustenta la narración de un guion basado en hechos reales. A su lado Ramírez, socio y compañero en la búsqueda del oro, tiene personalidad, fuerza y apariencia para ser el contrapunto decisivo de la película.

Este guion narra las aventuras del protagonista en la búsqueda de un sueño que tiene tantos altibajos como la vida del personaje. La película comienza con un buen pulso con esa rápida ascensión del protagonista y su socio, pero con un irregular desarrollo, la parte central no mantiene el ritmo y queda un poco aburrida. Una vez superado este tramo, su conclusión vuelve a alzar el vuelo y consigue cerrar la película con bastante brío.

“Gold, la gran estafa” representa muy bien esa vieja historia que tanto le gusta a la Industria, la de alguien anónimo que gracias a su esfuerzo consigue alcanzar algo importante. Pero más que esto, a Hollywood le gusta mucho centrarse en ese rápido descenso que llega después, el hecho de perderlo todo tan rápido como vino. El ascenso y caída del héroe americano hecho a sí mismo.