Nada más arcaico, primario, persistente y descorazonador que el ajuste de cuentas, la vendetta, el resarcimiento imposible, la revancha fatal. Y cuando arraiga en un pueblo, un en alma colectiva, se convierte en una segunda piel, en una naturaleza tóxica e inquebrantable que anula la convivencia y trastoca el normal devenir de los días y de los pensamientos. Una cadena de agravios que no tienen fin ni medida ni resolución, que se perpetúa como una estirpe y como una cascada desbocada anega cualquier intento de tregua, cualquier intento de paz.

Paisaje en ruinas, derrumbe y precariedad. La desolación de lo que está a medio construir o a medio derruir, sin solución de continuidad. Todo lo material es frágil y provisional, sólo señorean e imprimen carácter los lazos de sangre, la estirpe, el clan, la familia. Lo demás es secundario, aleatorio y mudable. El poder y la preeminencia son inciertos y volubles. Basta un acto inadvertido, mínimo y en apariencia insignificante, para que cambien las tornas y se trastoque el quebradizo equilibrio de fuerzas y donde había orgullo y riqueza se transforme en un erial de aniquilación. Las fiestas tornan en funerales y el castillo de naipes se colapsa.

Una familia. La mama y sus vástagos, todos de una forma u otra enredados en el crimen organizado o tratando de mantenerse inútilmente al margen, pero tiznados todos de remordimientos, recuerdos y un pasado indeleble que marca y acompaña cada paso de su atormentada vida de facinerosos, rufianes, delincuentes y maleantes. El ejemplo a seguir y la imagen que veneran es la fuerza, la falta de compasión, el ojo por ojo más despiadado y virulento, la ausencia de perdón o piedad. La empatía queda desterrada y ninguneada. La sangre sólo con sangre se paga y purga.

Película seca, sarmentosa, desolada y sin concesiones. La belleza queda proscrita. No hay manera de huir de tu sombra si no crees en el perdón o la remisión de la culpa. Los cochazos o las suntuosas y barrocas decoraciones domésticas muestran que tras la fachada no hay nada más que apariencia prepotente y huera. Todo está descoyuntado y podrido, el germen del mal solo engendra exterminio y aflicción. Con pocos medios – muy bien aprovechados – y sin aspavientos ni fastos de barraca nos acerca a la hez de la sociedad y del ser humano. Sólo sobreviven la devastación y la locura. Impactante y recomendable.