Como los grandes autores Alexander Payne tiene una serie de elementos que colorean sus películas y sobre los que reflexiona utilizando los personajes como pilotos a los mandos de estas ideas. La vejez y el deterioro físico preludio de la muerte, la familia origen del desarrollo de la personalidad del individuo tanto en la base genética como en el ejemplo adquirido, la traición escondida que sale a la luz en momentos en los que los hechos con el paso del tiempo cobran connotaciones distintas a aquellas que originaron su ocultismo, y el sentido del humor que sirve para definir y matizar personajes con sencillez y efectividad. Todos estos elementos están en sus películas y todos los personajes tan dispares unos de otros aportan puntos de vista diferentes.
El viaje que para el hijo empieza como una oportunidad de estar con su padre, quizá por última vez, acaba siendo una oportunidad de descubrir aspectos que habían estado ocultos y de conocerse a si mismo.
Magnífica película con un director que aporta una visión, un lenguaje propio y una forma de contar historias tan personales como universales son sus personajes y sus vivencias.