Media votos
6,5
Votos
1.469
Críticas
23
Listas
4
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Kirry Burrio:
7
6,7
20.461
Ciencia ficción. Terror
Cooper (Wyatt Russell) es un trotamundos norteamericano en búsqueda de grandes emociones que llega a Gran Bretaña, donde mantendrá una relación con Sonja (Hannan John-Kamen). Una vez allí probará un videojuego tan avanzado como aterrador. (FILMAFFINITY)
24 de octubre de 2016
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras sorprendernos con su primer episodio Caída en picado, procedemos al visionado de este nuevo capítulo de la tercera temporada de Black Mirror. En este caso, la ficción cambiará notablemente y nos llevará por otros derroteros, concretamente los videojuegos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Cooper, interpretado por Wyatt Russell, es un trotamundos estadounidense inmerso en una vuelta al mundo. Al llegar a Gran Bretaña se encontrará con Sonja, interpretada por Hannan John-Kamen, y entablará una relación con ella. Pero una vez allí, por cuestiones “aleatorias”, probará un videojuego tan real como aterrador.
Bajo esta peculiar sinopsis da lugar un episodio que difiere respecto a Caída en Picado. En Playstesting, dirigido por Dan Trachtenberg, observamos a un excéntrico Cooper que, simplemente, disfruta de la vida a su manera. Pero, al llegar a su fugaz visita a Gran Bretaña, conoce a Sonja en una fugaz cita entablada por una fugaz aplicación de relaciones sociales. Obviamente, este encuentro acabará de la manera que todos estáis pensando.
Hasta aquí todo correcto: una buena presentación de personajes + una adecuada estética + un guion que comienza a atraer. Ahora viene el quiz de la cuestión. por motivos que omitiremos, Cooper ve como su cuenta bancaria se encuentra a cero, por lo que decide recurrir a Sonja para sacarle las castañas del fuego -paradójico, la persona que acabas de conocer tiene que ayudarte-. Al ser un gran aficionado a los videojuegos, acepta la pequeña y curiosa prueba de uno en desarrollo por una gran compañía -liderada por un singular asiático y claramente identificado con Hideo Kojima, creador de la saga Metal Gear-. ¿Qué puede salir mal?
Pues, obviamente, algo sale mal. Cooper se ve encerrado en La Casa del Terror que todos hemos temido en nuestra tierna niñez. Desde no haber wi-fi o televisión que distraigan nuestro cerebro, hasta encontrarnos con el matón del colegio que tanto nos molestaba. Un infierno personalizado y a medida que atormentará a todos, y me refiero a todos porque en muchos momentos resultará inevitable encontrar un símil con nosotros mismos.
Al igual que los límites de la ciencia-ficción y la realidad se ven cuestionados por nuestro personaje principal, nosotros veremos difuso la, hasta ahora, gruesa barrera que delimitaba la ficción y crítica social que imperaba en Black Mirror. En Playstesting, seremos testigos de una aparente mayor presencia de ficción respecto a crítica social, como si el propio Charlie Brooker estuviera testeando su propio producto.
Y digo aparente, porque realmente este episodio contiene grandes cargas de crítica social. Por un lado, a la propia realidad virtual -que ha llegado para revolucionar nuestra forma de disfrutar del contenido audiovisual-; por otro lado, a la intrusión enmascarada de contenidos personalizados que poseen las aplicaciones de hoy en día; y, por último, a la nociva presencia de compartir y hacer público absolutamente todo lo que nos rodea. Unos buenos ingredientes para construir una trama profunda y elaborada, más incluso si le sumas las relaciones personales que siempre hacen gala en cada entrega -en este caso, la relación entre madres e hijos, intervenida por un teléfono móvil de por medio-.
En definitiva, nos encontramos ante un segundo episodio que se diferencia respecto al visionado con anterioridad. Tanto en fotografía y estética, como en interpretación de la tecnología -más cercana a lo que se persigue hoy en día el mundo del entretenimiento, como en la propia trama en sí. En su contra, objetaré la liosa maraña del final, que si bien no empaña el resultado final resulta un tanto inconclusa.
Bajo esta peculiar sinopsis da lugar un episodio que difiere respecto a Caída en Picado. En Playstesting, dirigido por Dan Trachtenberg, observamos a un excéntrico Cooper que, simplemente, disfruta de la vida a su manera. Pero, al llegar a su fugaz visita a Gran Bretaña, conoce a Sonja en una fugaz cita entablada por una fugaz aplicación de relaciones sociales. Obviamente, este encuentro acabará de la manera que todos estáis pensando.
Hasta aquí todo correcto: una buena presentación de personajes + una adecuada estética + un guion que comienza a atraer. Ahora viene el quiz de la cuestión. por motivos que omitiremos, Cooper ve como su cuenta bancaria se encuentra a cero, por lo que decide recurrir a Sonja para sacarle las castañas del fuego -paradójico, la persona que acabas de conocer tiene que ayudarte-. Al ser un gran aficionado a los videojuegos, acepta la pequeña y curiosa prueba de uno en desarrollo por una gran compañía -liderada por un singular asiático y claramente identificado con Hideo Kojima, creador de la saga Metal Gear-. ¿Qué puede salir mal?
Pues, obviamente, algo sale mal. Cooper se ve encerrado en La Casa del Terror que todos hemos temido en nuestra tierna niñez. Desde no haber wi-fi o televisión que distraigan nuestro cerebro, hasta encontrarnos con el matón del colegio que tanto nos molestaba. Un infierno personalizado y a medida que atormentará a todos, y me refiero a todos porque en muchos momentos resultará inevitable encontrar un símil con nosotros mismos.
Al igual que los límites de la ciencia-ficción y la realidad se ven cuestionados por nuestro personaje principal, nosotros veremos difuso la, hasta ahora, gruesa barrera que delimitaba la ficción y crítica social que imperaba en Black Mirror. En Playstesting, seremos testigos de una aparente mayor presencia de ficción respecto a crítica social, como si el propio Charlie Brooker estuviera testeando su propio producto.
Y digo aparente, porque realmente este episodio contiene grandes cargas de crítica social. Por un lado, a la propia realidad virtual -que ha llegado para revolucionar nuestra forma de disfrutar del contenido audiovisual-; por otro lado, a la intrusión enmascarada de contenidos personalizados que poseen las aplicaciones de hoy en día; y, por último, a la nociva presencia de compartir y hacer público absolutamente todo lo que nos rodea. Unos buenos ingredientes para construir una trama profunda y elaborada, más incluso si le sumas las relaciones personales que siempre hacen gala en cada entrega -en este caso, la relación entre madres e hijos, intervenida por un teléfono móvil de por medio-.
En definitiva, nos encontramos ante un segundo episodio que se diferencia respecto al visionado con anterioridad. Tanto en fotografía y estética, como en interpretación de la tecnología -más cercana a lo que se persigue hoy en día el mundo del entretenimiento, como en la propia trama en sí. En su contra, objetaré la liosa maraña del final, que si bien no empaña el resultado final resulta un tanto inconclusa.