Grindhouse (Death Proof) de Quentin Tarantino, es una road movie con tintes de película de serie B de los 70 y 80. Dirigida con acierto y un ritmo tranquilo, (excepto cuando llega la acción que se convierte en vertiginoso), resulta efectiva al ser osada y atrevida, y por ser rodada de forma inteligente y astuta, teniendo un resultado satisfactorio.
El guion, escrito por el mismo Tarantino, es algo extraño y curioso, estremecedor y espeluznante por momentos, con su buena dosis de humor negro e imágenes violentas e incitadoras, que inquietan por ser cuanto menos turbadoras. Con guiños a otras películas suyas, por canciones, personajes, o sonidos. Y con los diálogos habituales del director, espontáneos y agudos aunque sin ser usados en exceso.
Las actuaciones, aunque sin brillo, son competentes y acertadas en el caso de Kurt Russell, como psicópata enigmático, y apropiadas y espontáneas Rosario Dawson, Vanessa Ferlito, Zoe Bell y Sydney Tamiia Poitier. Con vestuarios y caracterizaciones estéticamente trabajados y efectos visuales grotescos y espectaculares por contener una violencia incitadora.
La música, como no podía ser menos, es grandiosa y muy conseguida, eficiente en su acompañamiento, y estimulante y sugerente a la acción, con sonidos intensos e inquietantes cuando son requeridos. Y la fotografía está bien trabajada, alternando el color y el blanco y negro, sin tener más sentido que la simple llamada de atención hacia el espectador, o por simple estética del film.
Para concluir, mencionar también los planos y movimientos de cámara ingeniosos, por usar distintos planos en una misma escena y sacar de ella todo el dramatismo posible. Por lo que, en definitiva, aunque no la considero una de sus obras esenciales, cumple con su objetivo de entretener y divertir, a base de humor negro Tarantiniano. Con imágenes sangrientas y violentas, y diálogos típicos de los guiones del director, sin dejar de mencionar claro está, una música increíble y bien encogida para la trama.