Un actor retirado, que se dedica a escribir en un hotel de Anatolia, apartado de todo, mientras un trabajador suyo se dedica a cobrar los alquileres de los pisos y locales que tiene, es la excusa que utiliza el director y también guionista Nuri Bilge Ceylan para hilar un film de lo más personal e inusitado.

Comienza la historia cuando un niño que es hijo de un inquilino que lleva meses sin pagar y que está a punto de ser desahuciado, arroja una piedra sobre el coche donde va el escritor protagonista de la trama, y su trabajador que se dedica a cobrar los alquileres. Este es el comienzo de una extraña pero profunda historia que no se toma la más mínima prisa en avanzar y que alcanza más de tres horas de duración, ya que es llevada a cabo con un ritmo paulatino pero confortador.

Las interpretaciones son naturales y creíbles, con unos personajes que se van desarrollando conforme avanza el film, y cuyo carácter se va agriando a medida que se encrudece el tiempo. Tienen además estos, largas conversaciones sobre temas personales y pensamientos sobre lo que pudieron ser, y no fueron. Los planos y movimientos de cámara están elaborados con la intención de crear una estética armoniosa, ayudados también por una fotografía inspiradora que saca lo mejor de unos paisajes inhóspitos.

Hay quien pudiera comparar al autor con el cine de Bergman, guardando las distancias, ya que los personajes muestran claramente sus inquietudes y tienen largas conversaciones que a priori no son trascendentales. También como Bergman, te atrapa con su cine personal y único, sin saber como, sin saber porqué, simplemente estás observando lo que ocurre sin que suceda nada excepcional, pero te quedas hipnotizado viéndolo sin más.

En definitiva, es una obra notable. Una película que deja huella en su sencillez y toque personal que hará que la recuerdes con agrado, ya que deja poso y posiblemente haga crecer en ti la sensación de querer seguir descubriendo a su director, con el presentimiento de que puede acabar siendo uno de esos directores, que sin gustar a todo el mundo, pueda cautivarte a ti, por ofrecer algo distinto y personal con un sello inconfundible.