Cercana al cómic y con estética de serie b, Misfits, aparece tratando de desmarcarse de todo aquello en lo que hasta el momento se han convertido las series. Tras la revolución de Lost y la nueva ola televisiva, una hornada de series fantásticas con más o menos fortuna se han ido apoderando de la pantalla. Casi todas respetando los cánones de lo políticamente correcto y de la supremacía de la tan ansiada virtud. Casi todas digo, porque Misfits está de vuelta de eso, y aunque por momentos puede verse el alma de rebelde con causa de su creador tras los actos de sus criaturas, la mayor parte del tiempo estas se mueven por la pantalla poseídas por su propia voluntad y aquello que con más fuerza mueve a un adolescente: sus hormonas. Misfits es descarada, graciosa, y, por qué no decirlo, original. Peca un poco de alternativa con ideas, cuando su fin es el del común de los mortales, pero oiga, nadie es perfecto.