Este documental expone con método los vicios de la Cienciología, que no son peores que los de otras religiones, como ya demostró el director en 'Mea maxima culpa'. Lo malo es que la religión, culto o secta (me da igual cómo llamarlo) aquí (re)tratada se sitúa, a día de hoy, en un complejo estadio del espectro de creencias, supersticiones e historietas varias: la Cienciología no tiene tantos adeptos como los pesos pesados (Cristianismo, Islam, Judaísmo, Budismo) pero muchos más que las sectas de pueblo como las de Waco o Jonestown. Entonces, claro, que yo reniegue del catolicismo en el que me crié poco le importa al Papa (el Vaticano solo se tambalea levemente cuando miles de personas denuncian sus abusos), pero que al circo hollywoodense de LRH le crezcan los enanos, entiéndase, actores, directores y otras celebridades de cuyo peculio se nutre, supone un nivel de alerta naranja, cuando menos. Y cómo se revuelven los colegas, publicando webs en las que llaman a sus desertores de todo menos guapos. Lo que más me ha sorprendido es la agresividad y actitud beligerante que adoptan los miembros cuando se sienten criticados, desde el fundador Hubbard (cómo reacciona cuando le comparan con el psicoanálisis) hasta los soldados de a pie. Hasta aquí el acierto del docu.
Y lo que no me gusta tanto es que no participen cienciólogos dando su punto de vista. Se afirma al final que Miscavige, Travolta, Cruise y otros no han querido participar, y éstos, claro está, lo niegan. Pienso que deberían hacer una mesa redonda entre desencantados y prosélitos, ahí sí que iban a saltar chispas. Gibney tenía que haber intentado que hablaran con más ahínco.
Por lo demás, poco que ya no sepamos: que si las mentes reactivas, que si extraterrestes... Tampoco su mitología es peor ni mejor que la de otras religiones. Allá cada uno y sus caunadas.