El realizador Todd Phillips está vinculado profesionalmente a un tipo muy específico de comedia, en concreto la más propensa a la provocación y al uso de una estética y un lenguaje gamberros y horteras. En ese sentido, su relación de títulos es bastante significativa y reveladora: Viaje de pirados, Aquellas juergas universitarias, Escuela de pringados, Salidos de cuentas o las tres entregas de la saga Resacón (Resacón en Las Vegas, Resacón 2: Ahora en Tailandia y R3sacón). Aunque a veces las traducciones al español por parte de las distribuidoras no se corresponden con el original, no cabe duda de que reflejan fielmente el estilo de este cineasta neoyorquino, que no sólo ha obtenido en su carrera destacados éxitos de recaudación sino que, además, cuenta con un nutrido grupo de seguidores. Desde luego, no es mi caso, motivo por el que no albergaba demasiadas expectativas ante este último trabajo que ahora estrena y que, sin embargo, le reconozco como el mejor hasta la fecha.
Phillips presenta un largometraje eminentemente humorístico sobre una supuesta historia real (convendría constatar si es un fiel reflejo de la misma) que funciona por varios motivos, desde una eficaz pareja protagonista en estado de gracia hasta una destacada sucesión de escenas hilarantes, pasando por una acerada crítica política y social que combina acertadamente con el más puro y descarnado divertimento. No se aparta de sus señas de identidad propias, dado que sigue recurriendo a fotogramas bastos y a diálogos bravucones. Sin embargo, incluye un toque de genialidad en la narración que, a mi entender, sitúa a esta cinta sobre el resto de su filmografía.
Dos jóvenes amigos que se dedicaba comerciar con armas aprovechan durante la Guerra de Irak la permisividad del sistema para pujar con pequeñas empresas a fin de firmar contratos con el Ejército de los Estados Unidos. Pronto empiezan a ganar importantes sumas de dinero y a acceder a negocios de mayor envergadura, de modo que el Pentágono les encarga la compleja y multimillonaria tarea de suministrar armamento a los aliados norteamericanos del ejército afgano. Sin darse cuenta, se introducen en un mundo peligroso donde sus circunstancias se complican.
El filme guarda cierta semejanza con El señor de la guerra, dirigida en 2005 por Andrew Niccol y protagonizada por Nicholas Cage, Jared Leto y Ethan Hawke. Personalmente, me quedo con la apuesta de Niccol, pero valoro la habilidad de Phillips para abordar un tema tan complicado desde una perspectiva cómica. Uno de sus actores principales manifestaba en una reciente entrevista que "en la guerra unos mueren y otros ganan mucho dinero". Y es sobre esta triste realidad no escondida sino alardeada, y ante la que se debería llorar en vez de reír, donde Juego de armas consigue entretener y logra que se perdonen los excesos de su director. En definitiva, un producto aceptable que, paradójicamente, no ha sido respaldado por el público en ocasiones, caprichoso e indescifrable en el ámbito de la taquilla. Apenas ha recaudado en EEUU treinta y cinco millones de dólares de sus más de cuarenta de presupuesto.
Las dos principales estrellas que integran el reparto son Jonah Hill (doblemente nominado al Oscar como mejor actor secundario y recordado por actuaciones tan interesantes como la de Moneyball) y Miles Teller (inolvidable en su personaje de Whiplash). Se trata de dos figuras más que prometedoras a las que es preciso seguir la pista. A cargo de papeles más secundarios les acompañan el versátil Bradley Cooper y la española Ana de Armas, que trata de abrirse paso en la industria hollywoodiense. Después de haber rodado con Robert de Niro Hands of Stone, acaba de incorporarse al elenco de la secuela de Blade Runner.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s