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España España · Oviedo
Voto de Gould:
10
Comedia. Drama Película ambientada en Nueva York y dividida en varios episodios independientes, pero enlazados entre sí por un traje de hombre que va pasando de unas manos a otras. Cada personaje vive una aventura especial relacionada con el traje. (FILMAFFINITY)
15 de agosto de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Apasionante conjunto de relatos unidos por la posesión de un frac, que va cambiando de dueño, en esta maravillosa obra realizada por el director francés en EEUU –una de las cinco que llevó a cabo-, llena de detalles bellísimos y rodada con una inteligencia y unas soluciones visuales pasmosamente sencillas pero llenas de sugerencias. Historias originales, ingeniosas, chispeantes, brillantes, con unos actores en estado de gracia, en las que se pasa de la comedia al drama o a la nostalgia con una ligereza como solo los grandes son capaces, con un saludable punto de ironía, a veces devastadora y un brillo inolvidable. Todas las historias tienen un gran nivel aunque algunas son mejores que otras: desde el adulterio de un famoso actor con la mujer de un millonario rodado con una iluminación expresionista y fantasmagórica, casi de cuento de terror, pero contado como una farsa dramática –fíjense en los primeros planos de las manos en el momento más dramático de este capítulo-, pasando por los aires de comedia en el relato de la mañana previa a la boda de Ginger Rogers en el que el azar le hará descubrir a Henry Fonda –la intimidad de las escenas entre los dos es maravillosa-, la exhibición de genio de Charles Laughton en su episodio del compositor –incluida la parodia del gran Arturo Toscanini- o la historia del abogado convertido en un vagabundo alcohólico que es invitado a la celebración de sus antiguos compañeros de Universidad –impresionante actuación de Edward G. Robinson, lo mejor, sin duda, de toda la película- o el festivo final de aires socializantes en la parábola interpretada por Paul Robeson y un grupo de actores negros –algo inusual en el cine de época- a los que el “cielo” otorga sus dones en forma de miles de dólares. A pesar de sus irregularidades y heterogeneidades, sus puntos más o menos altos, es una joya incuestionable, dinámica, ingeniosa e inspiradora de un maestro admirado por los más grandes, digamos Renoir, digamos Welles, digamos Bergman. Que la disfruten.
Gould
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