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España España · Oviedo
Voto de Gould:
3
Cine negro Unos estudiantes van a Reno para pasar unas horas en la capital del juego. Uno de ellos, Ronnie, hijo de una acaudalada familia, urde por diversión un plan para robar un millón de dólares en un casino. Brick, un excombatiente de la Guerra de Corea que sufre un trastorno psicológico, se aferra a la idea de que el atraco tiene visos de prosperar... (FILMAFFINITY) ---------------------------------------- Phil Karlson realiza la típica ... [+]
2 de enero de 2019
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por la Columbia e inspirada en un deficiente relato de Jack Finney, autor de la novela “The Body Snatchers” (1955) en que se basó la mítica película de Don Siegel de igual nombre –aquí traducida con el título, un poco “pulp”, de “La invasión de los ladrones de cuerpos”, no se encuentra entre lo más granado de la abundante producción de Phil Karlson, especialista en un cine de serie B, capaz de lo mejor y de lo peor en una filmografía muy irregular pero tan llena de títulos de interés como de productos olvidables.

Este es un Karlson domesticado, sin la violencia y aspereza característica de sus mejores obras, confuso e irregular, seguramente por la debilidad de un argumento descabellado y poco creíble, donde sobra un tercio de película, incluyendo toda la superflua historia de amor. De hecho, la película empieza de modo inseguro, como un thriller de medio pelo, pasa a ser casi comedia de ambiente universitario y termina por ser una aburrida variación del clásico psicópata, pesado como una mula, que no para de hablar, secuestra a sus compañeros e, inverosímilmente, les obliga a cometer un robo en un casino de Reno.

La película, sin entrar en demasiadas explicaciones, es bastante deficiente, los actores no están en su mejor día y el guion es todo menos inspirado, de tal modo que los personajes tienen que dar constantes explicaciones de las incongruencias de su comportamiento, para que aquello no se vaya de las manos.

Por el lado de los actores, Guy Madison, una suerte de William Holden de segunda división, Kim Novak, que disimula su innata sosería con una cierta gracia irónica o Brian Keith, arrojado en los brazos del exceso, no consiguen indultar un producto del que, al menos, cabe destacar una buena fotografía en blanco y negro de Lester White con buenas escenas nocturnas en Reno.

Uno de los puntos más bajos de la filmografía de Phil Karlson.
Gould
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