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España España · Oviedo
Voto de Gould:
9
Drama. Romance Un industrial inicia su carrera política en el partido republicano como candidato a la presidencia de los Estados Unidos, pero su tarea requerirá compromisos incómodos tanto en el terreno político como matrimonial. (FILMAFFINITY)
12 de agosto de 2020
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El magnate de la prensa Sam Thorndyke muere y su hija Kay, una mujer de acero, hereda su imperio e influencia. Desde el periódico optan por un candidato a la presidencia en la figura del emprendedor y constructor de aviones Grant Matthews, amante de Kay y distanciado de su esposa Mary. Al ser elegido como candidato ambos deberán volver a mantener las apariencias lo que les permitirá volver a estar juntos.

Drama político con elementos de comedia, de fuerte carga teatral y abundante diálogo –la obra original de Howard Lindsay y Russell Crouse había obtenido el premio Pulitzer dos años antes-, es la octava de las nueve películas que Spencer Tracy y Katharine Hepburn rodaron juntos y combina con brillantez amor, celos y envidias en medio de una feroz campaña política por conseguir la nominación del Partido Republicano.

Radiografía política certera y vitriólica que relata las dificultades del juego político, la distancia insalvable entre los discursos y las realidades y la dificultad de mantenerse fiel a uno mismo y los compromisos que hay que realizar para poder ganar. De hecho, uno de los aspectos más interesantes de la película son los momentos en los que explica los tejemanejes para cocinar los votos y la ferocidad de la campaña política, algo en lo que Capra era un maestro, aunque también destile, en ocasiones, un idealismo algo infantil y ligeramente demagógico, lo que no empaña el enorme disfrute de esta deliciosa película.

Mención especial se debe hacer al enorme quinteto de actores protagonistas que confronta la deliciosa y contenida complicidad, ça va de soi, de la pareja protagonista con la soberana lección de un Adolphe Menjou en plena forma, la mirada glacial de una prodigiosa Angela Landsbury de 20 años y el contrapunto pizpireto de Van Johnson con intervenciones cargadas de humor y retranca.

Al ser una obra de origen teatral el dialogo tal vez lastra un poco la parte cinematográfica, pero es admirable la fluidez que consigue imprimir Capra a una película que se acelera vertiginosamente por momentos sin olvidar algunos detalles de gran cineasta–como el suicidio en off del magnate en la parte inicial de la película reflejado a través del rostro de su hija Kay-.

Sin llegar al nivel de sus obras maestras de los años 30 y, sobre todo, de los 40 es un clásico maravilloso y muy actual.
Gould
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