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Voto de Archilupo:
8
7,1
738
Drama
Una noche en Paris Jacques, un joven pintor, se cruza con una joven que está a punto de suicidarse saltando desde el puente de Pont-Neuf. El motivo: su antiguo amante, que la abandondó un año atrás, le ha fallado en su promesa de encontrarse en el puente.
11 de junio de 2009
46 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) A partir de “Noches blancas”, que Dostoievski describía como ‘novela sentimental’ y subtitulaba “Recuerdos de un soñador”, Bresson trata a su peculiar manera un personaje, entre romántico y ensimismado, frecuente en el cine francés: el enamorado del amor.
Aunque el personaje es un pintor bohemio, su idea del amor no la veremos plasmada en cuadros. Sus lienzos, de corte pop (los aportó la pintora Anne-Elia Aristote), sólo salen de pasada. Fiel a la importancia de lo sonoro en el cinematógrafo, Bresson hará que oigamos esa idea, que la escuchemos: el joven Jacques graba en un magnetofón sus anhelos amorosos, en el tono vehemente propio de un soñador, un idealista, siendo el suyo el ideal del amor puro e inocente. Las grabaciones se reproducen después. Jacques las pone una y otra vez, y en ese texto verbal se va plasmando la idea.
En el amor como en el arte: el conocido de Jacques que le visita en su estudio y expone en larga parrafada una teoría de la pintura, está exponiendo la concepción bressoniana del arte, aplicable también al cine. La pintura adulta, dice, no surge del contacto con la naturaleza, fuente de sensaciones, sino del encuentro con el concepto. De un cuadro no se ven las manchas sino lo que no ‘está’ y no es visible: la idea.
“Retocar lo real con lo real para producir otra cosa”, es uno de los lemas de Bresson.
2) Junto al magnetofón están los motores en el tráfico, los pasos, el goteo de la lluvia, las presencias que se manifiestan a través de lo acústico, en puertas y ascensores, y hay música ‘in situ’, canciones hippies en los muelles del Sena, además del mágico barco iluminado, que baja el río rezumando bossa nova.
Lo sonoro es importante, pero no más que lo visual, con el juego de las luces desenfocadas en el continuo fondo nocturno: farolas, semáforos, escaparates, faros de automóviles, luces todas convertidas en difusos círculos de colores.
3) Jacques es enamoradizo, pero a la manera soñadora. Sigue a las chicas por la calle. Hurta miradas, contempla a sus musas en reflejos de cristaleras. Graba en el magnetofón esos brotes de un amor vivo e inocente. Cuando en la primera noche conoce a Marthe, desesperada en el Pont Neuf, sabe enseguida que el corazón de ella tiene un inquilino, inquilino que está de viaje y puede volver, y a quien ella espera ansiosa.
Las posibilidades de Jacques son mínimas pero, en cualquier caso, vive todo con exaltación, feliz y agradecido por poder sentir el entusiasmo erótico, hacer real la quimera por unas noches, y convertir la experiencia en relato.
4) Bresson se adentra en el sentimiento amoroso para recrearlo con un idealismo puro y abstracto, como la estética de sus películas.
Aunque el personaje es un pintor bohemio, su idea del amor no la veremos plasmada en cuadros. Sus lienzos, de corte pop (los aportó la pintora Anne-Elia Aristote), sólo salen de pasada. Fiel a la importancia de lo sonoro en el cinematógrafo, Bresson hará que oigamos esa idea, que la escuchemos: el joven Jacques graba en un magnetofón sus anhelos amorosos, en el tono vehemente propio de un soñador, un idealista, siendo el suyo el ideal del amor puro e inocente. Las grabaciones se reproducen después. Jacques las pone una y otra vez, y en ese texto verbal se va plasmando la idea.
En el amor como en el arte: el conocido de Jacques que le visita en su estudio y expone en larga parrafada una teoría de la pintura, está exponiendo la concepción bressoniana del arte, aplicable también al cine. La pintura adulta, dice, no surge del contacto con la naturaleza, fuente de sensaciones, sino del encuentro con el concepto. De un cuadro no se ven las manchas sino lo que no ‘está’ y no es visible: la idea.
“Retocar lo real con lo real para producir otra cosa”, es uno de los lemas de Bresson.
2) Junto al magnetofón están los motores en el tráfico, los pasos, el goteo de la lluvia, las presencias que se manifiestan a través de lo acústico, en puertas y ascensores, y hay música ‘in situ’, canciones hippies en los muelles del Sena, además del mágico barco iluminado, que baja el río rezumando bossa nova.
Lo sonoro es importante, pero no más que lo visual, con el juego de las luces desenfocadas en el continuo fondo nocturno: farolas, semáforos, escaparates, faros de automóviles, luces todas convertidas en difusos círculos de colores.
3) Jacques es enamoradizo, pero a la manera soñadora. Sigue a las chicas por la calle. Hurta miradas, contempla a sus musas en reflejos de cristaleras. Graba en el magnetofón esos brotes de un amor vivo e inocente. Cuando en la primera noche conoce a Marthe, desesperada en el Pont Neuf, sabe enseguida que el corazón de ella tiene un inquilino, inquilino que está de viaje y puede volver, y a quien ella espera ansiosa.
Las posibilidades de Jacques son mínimas pero, en cualquier caso, vive todo con exaltación, feliz y agradecido por poder sentir el entusiasmo erótico, hacer real la quimera por unas noches, y convertir la experiencia en relato.
4) Bresson se adentra en el sentimiento amoroso para recrearlo con un idealismo puro y abstracto, como la estética de sus películas.