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Voto de Archilupo:
7
Drama Ester, su hermana Anna y su sobrino Johan atraviesan en tren un país extranjero y sombrío, probablemente en guerra. Los tres vuelven a casa, pero tienen que interrumpir el viaje y detenerse en una ciudad a descansar en un oscuro y destartalado hotel, ya que Ester, que sufre una crisis vital, se ha puesto enferma. Mientras Ester trata de reprimir la atracción sexual que le inspira Anna, ésta sale en busca de sensaciones que la liberen ... [+]
5 de mayo de 2010
37 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) El Dios identificado con la comunicación y las diversas formas de amor al final de “Como en un espejo” ha desaparecido en “El silencio”, de atmósfera saturada por un vínculo simbiótico que se ha enrevesado, mundo en el que nada amoroso asoma ni de lejos.

2) En un tren que no parece moverse, dos mujeres y un niño regresan de unas vacaciones. Fatigados, hacen escala de un día en Timoka, ciudad ficticia que Bergman había inventado para una pieza radiofónica en el 51. Inventó también el idioma de los habitantes, un parloteo incomprensible, e ignoraba entonces que en estonio ‘Timoka’ significa “perteneciente al verdugo”.
Sin transición, el grupo viajero aparece instalado en la suite de un hotel laberíntico y fantasmal del que solamente se ocupa un mayordomo tan vetusto como los muebles, chocho, imagen bufa de la Muerte.
No hay idioma común. Las únicas palabras compartidas son el nombre de Juan Sebastián Bach cuando en una radio suenan las Variaciones Goldberg.
Una cuadrilla de enanos españoles van y vienen disfrazados por los pasillos, camino de su espectáculo.
De noche, un tanque se detiene bajo la ventana. A lo lejos, rumor de aviones, aullidos de sirenas.
Varias veces, un caballo famélico tirando de un carro sobrecargado.
Todo para enrarecido clima de extrañeza total.

3) Esther es intelectual, traductora, enferma e histérica. Sufre ahogos y su continuo fumar y beber no ayuda.
Anna es robusta, sensual, gozadora. Su conocimiento del entorno lo obtiene a través de contactos sexuales mudos.
Una se masturba, la otra folla.
De sus conversaciones se desprende que son hermanas, pero su relación se asemeja a la de un matrimonio mal avenido. La mayor es posesiva, observa a la otra en el cuarto de baño, la mira dormir desnuda, se descompone si la ve salir en busca de hombre. Se conocen a fondo, se necesitan y se odian.
Anna se baña con Johan, su hijo. Duermen juntos sin ropa. Hay una efusión que excede el cariño materno.
Al niño le hablan, le tocan; el camarero le da fotos de familia, los enanos le disfrazan. Es testigo, se impregna, todo lo absorbe en silencio.
A lo largo de 24 horas, medida de tantas historias de Bergman, estallará sordamente un conflicto que supura humillación y crueldad.

4) Bergman es receptivo a influencias teatrales, Strindberg en particular. Aquí, sin embargo, la impronta es de Tennessee Williams, con esa irrespirable afectividad de sentina, añadiéndose trazos de Teatro del Absurdo en la ambientación. En la claridad diáfana que venía imperando en la trilogía se incrustan simbolismos un tanto forzados, para cerrarla en negro.
No pinta halagüeño el futuro que aguarda a Johan. La liquidación de lo intelectual neurótico y su fiscalía moral era necesaria, pero la consiguiente afirmación del cuerpo, sin otro atributo que el sexo, la hace Bergman con la boca pequeña: se nota que lo que al final prevalece no era lo esperado.

(7,5)
Archilupo
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