Un cazatalentos de la NBA cuya ambición es convertirse en entrenador descubre en España a un jugador de gran potencial. El joven posee mucho talento, pero carga con una historia complicada.

Adam Sandler encarna a uno de esos sujetos bonachones a los que nos tiene acostumbrados, tipos sin malicia aficionados a los chascarrillos. Nos guía a través de una historia de superación donde no faltan los sueños aparentemente inalcanzables, la referencia a pasados traumáticos, el combate contra los demonios interiores, el culto al sacrificio, el premio al esfuerzo, la lucha contra la adversidad, la aparición de obstáculos imprevistos, el deseo de aprovechar las últimas oportunidades de redención, las conversaciones sinceras en las que se sanan heridas, la sobredosis de épica, los toques de humor, el final feliz.

Las historias de superación siempre han gozado de buena prensa en EEUU, no tanto en nuestro país. Eso me recuerda a cuando estábamos en el colegio y la maestra nos aseguraba que si estudiábamos todos podíamos aprobar, a lo que un amigo respondía: "Claro, estudiando; así cualquiera". En general los filmes de esta temática siempre remiten a "Rocky", la obra que nos enseñó que ni la inteligencia ni el talento eran requisitos indispensables para triunfar en el deporte, que bastaba con tener un gran corazón.

El malo, pues en esta clase de película siempre ha de haber un malo, lo interpreta Ben Foster, que viene a ser un malo impostado, un malo que actúa en contra de sus propios intereses, uno que es malo por vicio. El mentor del prota es Robert Duvall, quien sale al comienzo en un par de escenas. Nuestro Juancho Hernangómez realiza una actuación correcta. El retrato que se hace de España es levemente sonrojante, sin llegar a horrorizar.

"Garra" supera la calidad media de las producciones de Netflix. No es gran cosa.