Esta película puede resumirse en un solo concepto: esquizofrénica. Miller simplemente lleva la locura de las anteriores 'Mad Max' a otro nivel, creando un pandemonium sobre ruedas, un baile frenético en el desierto que abarca prácticamente el 90% de la película, cuestión llevada a cabo a partir de un montaje que une tanto música y fotografía de tal manera que resulta explosivamente estimulante. Los efectos CGI le permiten explorar y ampliar nuevas posibilidades al loco 'George' para llevar el mundo de Max a la pantalla, lo cual tiene sus pro y contras. Por un lado, le permite al director sobrepasar las limitaciones técnicas de las anteriores entregas, lo que se concreta en las caóticas escenas de persecuciones y escenarios surrealistas que componen el universo de esta nueva Mad Max. Por otro, pareciera que el mismo Miller, seducido por los efectos especiales de esta generación de películas, usa y abusa de estos, quitándole ese carácter rudimentario que caracterizó la saga hasta ésta última película, llevando al director a realizar ciertas escenas bastante desechables que el espectador podrá identificar en el trascurso de la película. De esta forma, pienso que George Miller en esta nueva entrega ha tenido la posibilidad de presentarnos en su totalidad la sublime esquizofrenia encerrada en su cabeza por años, sintetizada en esta orquesta audio visual, que nos lleva de la mano, junto con Miller, al loco mundo de Max.