Merece una especial atención el desarrollo de la señora Carmody, quizá el personaje más interesante de la película porque representa el fanatismo religioso, o más bien el desarrollo del fanatismo religioso ante el miedo a lo desconocido o lo extranjero. Al fin y al cabo la religión cristiana se fundamenta en respuestas (irracionales) a los temores humanos tales como el que no haya nada después de la muerte o que seamos responsables de nuestro propio futuro.

Probablemente jamás olvide el final de la película (que no coincide exactamente con el final del libro de Stephen King), pero era necesario que Darabont llevara la cinta hasta ese extremo, puesto que es donde conduce su reflexión. No se le puede reprochar nada. Darabont sugiere que el miedo es capaz de destruir a los seres humanos y convertirlos en nada más que desesperación y por desgracia es cierto. Hubiera sido absurdo que Darabont hubiera apostado por un final comercial porque entonces su reflexión habría quedado inconclusa. Es una pena que la película no sea un ejercicio de imaginación más amplio ni un mejor despliegue de efectos especiales, pero teniendo en cuenta el bajo presupuesto de la película (casi de serie B) considero que Darabont ya ha hecho mucho más que suficiente.