La actriz joven más mediática de nuestro tiempo, y sin duda una de las más talentosas, es Jennifer Lawrence, y en febrero protagonizó un thriller peculiar, Gorrión rojo, dirigido por un Francis Lawrence que la ha capitaneado en las cansinas entregas de Los Juegos del hambre. Dominika Egorova (una Lawrence que no le teme a ningún desafío interpretativo) es reclutada por su tío para ser entrenada en el programa Gorrión rojo, un duro sistema que forma a sus agentes para usar sus cuerpos como arma. Dentro del servicio de seguridad ruso, se le encarga el estudio del agente estadounidense Nate Nash (Joel Edgerton), sospechoso visible de la mayor infiltración foránea en la inteligencia rusa. Ambos serán arrastrados a un torbellino de seducción y secretos. Película de espías que recupera las tramas de la guerra fría y el contraespionaje América-Rusia. Película violenta, erótica y recargada, estilosa, ajena a múltiples dogmas del cine comercial actual. Relato de espíritu añejo, cargado de giros argumentales, que pone a prueba al espectador. Hermosa banda sonora, eficaz montaje y convincente puesta en escena. De nuevo gran labor de reparto, que brilla gracias a la sequedad y contundencia tonal de un filme que no suaviza absolutamente nada. Pero el filme, además de enrevesado, es largo en exceso, resultando trémulo en múltiples compases, y desinflándose conforme avanza. Y así como es frío en el plano brutal, también lo es en el emocional, funcionando el erotismo rudo pero palideciendo el romance. Las escenas de acción están muy logradas, por lo que cabe pensar que el filme se habría beneficiado de más escaramuzas y menos charla y exposición. Y algunos estereotipos en cuanto a la manera en la que los americanos representan a los rusos se sienten ya muy trasnochados. Con todo, una película más que interesante, cine comercial arriesgado y encomiable.