21 de junio de 2008
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde el siglo XIX se nos han ofrecido multitud de visiones del hombre de la Edad Media que han conducido irremediablemente a que en la actualidad impere su consideración como hombre santo, cruel, oscurantista, guerrero y religioso hasta el límite de sus fuerzas. Nuestra percepción moderna lo ha maltratado con frecuencia, ligándolo en ocasiones a historias plagadas de superchería pseudomística o a relatos macabros en los que desfilaban refinadísimos aparatos de tortura y jueces intransigentes y ávidos de ver miembros mutilados.
Excelente humanista, el director sueco fue capaz de transmitir con pleno acierto las inquietudes que empañaban e iluminaban a la vez los pensamientos de las poblaciones de la Europa medieval: la enfermedad mortífera que conducía a multitud de personas a la sepultura en un santiamén, la transmisión del arte como medio de acercamiento a los misterios de la religión cuando se desconocían los rudimentos de la lectura o de la escritura, el enfrentamiento entre la obligada "pureza" de espíritu y las pasiones carnales (presentes, sin embargo, en buena parte de las obras literarias del Medievo)...
En efecto Bergman se aleja de la ingratitud con la que los occidentales actuales hemos recordado a nuestros antepasados de la Edad Media, ya que no los despoja de raciocinio sino que los ubica con habilidad en el contexto en el que vivieron. Al igual que el "Carmina Burana" de Orff, "El séptimo sello" constituye un genial homenaje a aquellas gentes que labraron las tierras, marcharon armados a tierras remotas, recrearon en frescos escenas bíblicas con vivos colores y en suma, trataron de sobrevivir burlando los efectos de las calamidades naturales y bélicas que sufrieron.
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?