Lo que he visto desde el primer minuto ha sido un tono de desgaste, de desesperación. Se nota que Wayne está viejo, y carcomido por los recuerdos y las viejas heridas. Nolan lo refleja en el propio ritmo de la narración. Le hemos visto nacer, le hemos visto en toda su gloria, y asistimos al otoño de su carrera, cuando las hojas comienzan a marchitarse y a caer por el peso de las horas.

Vemos a un Bruce Wayne en decadencia. Lo pierde todo, desde su fortuna hasta su salud. Y lo que es peor, ha de enfrentarse a un enemigo mucho más joven y mucho más brutal. La presencia de Bane también marca el estilo de la narración: violencia y brutalidad. Cada uno de los golpes de Tom Hardy retumbaban en mis propios huesos, como el tic-tac del reloj que va marcando su hora final. Y Bruce cae al abismo. Al Infierno. Y como cada héroe resurge, mentalmente y físicamente más fuertes.

Pero pasemos a lo que de verdad impacta. Lo que se ve a primera vista: el Apocalipsis de Gotham. Bane liderando una guerrilla que deja la ciudad sumida en la anarquía. Y es aquí donde el Joker (de seguir vivo Heath Ledger) hubiera vuelto a eclipsarlo todo, pues estaría como pez en el agua. Una lástima, porque hubiera quedado verdaderamente genial.

Anne Hathaway me parece, por otra parte, una actriz como la copa de un pino. Es capaz de bordar a Catwoman, con las luces y sombras que me recordaban a la Selina de "Año Uno".

Y cómo no mencionar a los magníficos Morgan Freeman, Michael Caine (esa escena ante la tumba de Bruce), Joseph Gordon-Levitt y Gary Oldman. Un plantel maestro que no podía sino formar parte de la obra maestra que ha creado Nolan.

De tener quejas, hablaría de la relación Batman-Thalia, que ha quedado un poco coja y precipitada. Qué se le va a hacer, nadie es perfecto.

Y ahí está Robin. Veremos a ver si no es éste el comienzo de otra era. Gracias, Nolan. Muchas gracias.