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Drama En el Norte de África, en un destacamento de la Legión (la 4ª Bandera), el Grajo, el legionario más valeroso, y Mauro, que acaba de incorporarse, se hacen muy amigos. Mauro, de quien sólo se conoce el nombre, da la impresión de ocultar algún secreto inquietante. Un día en que los dos amigos celebran una fiesta, una desafortunada circunstancia da lugar a la muerte de un hombre. Las sospechas recaen sobre Mauro, que es sometido a juicio. ... [+]
30 de octubre de 2012
9 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta crítica será útil para quienes quieran leer una crítica de una película. Porque afortunadamente hoy ni España ni la Legión son los mismos que hace 70 años ni una película como esta se podría hacer hoy sin un mínimo de autocrítica. Uno de los colectivos profesionales que más han evolucionado en España seguramente sea el de oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas, en el caso de la Legión también probablemente porque desde 1990 la Legión ha intervenido en diferentes misiones de la ONU, la OTAN, la OSCE y la UE en el extranjero. Por tanto, esta es una crítica a la película y no a la actual Legión o a los legionarios y legionarias que bastante tienen con ser novios de la muerte por un salario base tan modesto. Habrá quienes se identifiquen con Millán-Astray o aprueben la película sin bochorno, pero en mi opinión el film es un claro ejemplo de adulonería que, forzando al límite el credo legionario, deja un resultado ambiguo y contrario al buscado.

La película se realizó para dar una visión positiva y romántica de la Legión y estimular los valores y vocaciones castrenses ya que el compromiso de Franco con Hitler incluía el envío de soldados al frente ruso y pronto hubo que reemplazar a los voluntarios. Además, puede que sea una de las primeras películas de velada temática homosexual del cine español, que narra las aventuras de Grajo (Alfredo Mayo) con sus compañeros legionarios de la cuarta Bandera del primer Tercio de la Legión y la entrañable amistad que hace con un nuevo compañero, el enigmático Mauro (Luis Peña), futuro Rey de Eslonia. Hay rancio patrioterismo de corte reaccionario, retórica fascista (“de este puñado de hombres que un rincón de los montes de África son el baluarte de una Patria y el símbolo de una raza”, “porque siempre vivirá en nuestros corazones aquel lema del credo heroico que…”, etc.), guiños al nacionalsocialismo triunfante (con el personaje del judío claramente influenciado por la iconografía antisemita de “El Judío Suss” de Harlan realizada dos años antes) además, la única mujer que aparece es la tabernera y fugazmente la archiduquesa Carlota (en este punto se presenta a un indiferente y desmotivado Mauro con las mujeres en el baile: “¿con quién me toca bailar ahora?”) e incluye la farsa de un soldado travestido cantando “me gustan los hombres” (algo insólito, no tanto en la burla carnavalesca hacia las mujeres como por el número en sí); hay diálogos que dejarían el boicot de Wyler a Vidal para sus Judá y Messala en mera anécdota.

En resumen, esta malograda película, y coincido con la primera crítica en que falla hasta la estética, sería recomendable para interesados en los documentos históricos, las mentalidades, el estudio de la propaganda, la fina línea que separa la exaltación fascista de la masculinidad y la homosexualidad o simplemente cinéfilos con resaca dominguera porque incluso puede causar bastante sonrojo a los aficionados al cine militar o a los jóvenes franquistas sobrevenidos.
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