Se ve que el gusto mayoritario no va por lo bueno y sencillo. Si así lo fuera, esta película habría tenido mucho más eco.
Es una historia sencilla, el amor entre dos adolescentes, pero contada tan bien, con tanta atención a los detalles, que resulta una delicia verla.
Todo se potencia con una gran interpretación: la de ella, una espléndida Madeline Carroll; también la de él, Callan McAuliffe, menos intensa, pero de una ingenuidad que atrae.
Por no hablar de los adultos: las madres, Rebecca de Mornay y Penelope Ann Miller; los padres, Anthony Edwards y Aidan Quinn; y el abuelo, el veterano y siempre eficaz John Mahoney.
Nada empalagosa, nada sentimental, pero llena de buenos sentimientos, como la dedicación del padre de Bryce a su hermano discapacitado.
Nadie mata a nadie, nadie tortura a nadie, nadie roba. No hay escenas de sexo. Todo esto también existe.