Bresson en su segunda mejor época. La primera es en los años cincuenta.
Una película con el metraje justo para contar una historia con un guión que no tiene un fallo.
Todo alrededor de ella, Mouchette, que además de tener un horror de padre, ella no resulta tampoco normal, en una extraña combinación de malicia y de inocencia.
Con la concisión y la sobriedad que son su marca, Bresson nos va conduciendo a una historia, mitad tragedia y mitad trivialidad, hasta un final que es de los más asombrosos que he visto nunca en cine.