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Voto de VALDEMAR:
3
6,0
8.198
Drama
Siglo XIX. Después de una larga guerra, un bebé es abandonado a la puerta de un convento de frailes franciscanos que intentan, sin éxito, buscarle una familia. Pasan los años, y aunque el niño vive feliz entre los monjes, no puede dejar de añorar a su madre. Marcelino se hace amigo de un Cristo crucificado que hay en el desván del convento: habla con él y le sube de la cocina pan, vino y otros víveres que puede encontrar. (FILMAFFINITY)
19 de julio de 2010
29 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi mamá y mi abuelita siempre me decían que esta peli es muy bonita.
“Tienes que ver Marcelino pan y vino, que es muy bonita.”
Bonita puede ser una puesta de sol, una niña, una tarta, una camisa… pero cuando alguien dice que una película es bonita, yo me hecho a temblar…
Analicemos, pues, el “bonito” argumento:
Un bebé es abandonado y, pese a la insistencia del alcalde, que es un cabroncete, los que se hacen cargo de la criatura son los bondadosos monjes del convento del pueblo. Bien hecho. En esto, pasan 5 años y el bebé se convierte en un travieso niñito que trae de cabeza a los monjes con sus travesuras. El argumento no es gran cosa, tan anodino como el de Daniel el travieso, pero es que, además, no pasa nada.
Hasta aquí se deja ver, y si obviamos su ñoñez, se ve con simpatía.
Pero Marcelino, que como ya se ha dicho, es un niño travieso, decide saltarse la única prohibición explícita que tiene, la de subir por unas misteriosas escaleras, tras las que se encuentra un polvoriento trastero lleno de cacharros que pinchan y, además, una puerta tras la que, como todo el mundo sabe, aunque no haya visto la peli, hay…
“Tienes que ver Marcelino pan y vino, que es muy bonita.”
Bonita puede ser una puesta de sol, una niña, una tarta, una camisa… pero cuando alguien dice que una película es bonita, yo me hecho a temblar…
Analicemos, pues, el “bonito” argumento:
Un bebé es abandonado y, pese a la insistencia del alcalde, que es un cabroncete, los que se hacen cargo de la criatura son los bondadosos monjes del convento del pueblo. Bien hecho. En esto, pasan 5 años y el bebé se convierte en un travieso niñito que trae de cabeza a los monjes con sus travesuras. El argumento no es gran cosa, tan anodino como el de Daniel el travieso, pero es que, además, no pasa nada.
Hasta aquí se deja ver, y si obviamos su ñoñez, se ve con simpatía.
Pero Marcelino, que como ya se ha dicho, es un niño travieso, decide saltarse la única prohibición explícita que tiene, la de subir por unas misteriosas escaleras, tras las que se encuentra un polvoriento trastero lleno de cacharros que pinchan y, además, una puerta tras la que, como todo el mundo sabe, aunque no haya visto la peli, hay…
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
… una enorme talla de un Cristo crucificado, del que Marcelino se hace coleguita por el método más viejo del mundo, conquistándole por el estómago. Así, pues, el niño lleva la merienda a la imagen… y aquí empieza el espectáculo siniestro.
Si yo viese a una talla de un Cristo bajarse de la cruz y zamparse un mendrugo entero, echaría a correr de puro pavor y no pararía hasta llegar a Oklahoma, por lo menos. Pero Marcelino no parece tener miedo de este cristo zampabollos, y eso que DEBERÍA… ya que resulta ser Herodes.
¿Dónde está lo bonito? Ver la lápida del pobre niño a los pies de su ejecutor mientras toda la feligresía acude a rezar exaltada por el milagro ¿es bonito?
Esto de mostrar a Dios como un tierno asesino infantil ¿hace fieles? A mí me han dado ganas de convertirme al Islam.
Total, que el pobre Marcelino casca a manos del hijo de Dios, ¡menuda gracia!, ¡qué flaco favor al buen nombre de la cristiandad!, ¡qué mal rollo!
Sin ánimo de ofender a nadie, pero a mí la película me ha resultado pavorosa, atroz y poco recomendable a persona alguna, sea cual sea su credo.
Si yo viese a una talla de un Cristo bajarse de la cruz y zamparse un mendrugo entero, echaría a correr de puro pavor y no pararía hasta llegar a Oklahoma, por lo menos. Pero Marcelino no parece tener miedo de este cristo zampabollos, y eso que DEBERÍA… ya que resulta ser Herodes.
¿Dónde está lo bonito? Ver la lápida del pobre niño a los pies de su ejecutor mientras toda la feligresía acude a rezar exaltada por el milagro ¿es bonito?
Esto de mostrar a Dios como un tierno asesino infantil ¿hace fieles? A mí me han dado ganas de convertirme al Islam.
Total, que el pobre Marcelino casca a manos del hijo de Dios, ¡menuda gracia!, ¡qué flaco favor al buen nombre de la cristiandad!, ¡qué mal rollo!
Sin ánimo de ofender a nadie, pero a mí la película me ha resultado pavorosa, atroz y poco recomendable a persona alguna, sea cual sea su credo.