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España España · Barcelona
Voto de Quim Casals:
9
Western El sheriff Chance (John Wayne) encarcela por asesinato al hermano de un poderoso terrateniente que intentará liberarlo por todos los medios. Para impedirlo, Chance cuenta con la colaboración de dos ayudantes: un alcohólico (Dean Martin) y un viejo tullido (Walter Brennan), a los que se une un joven y hábil pistolero llamado Colorado (Ricky Nelson). Todos ellos se encierran en la oficina del sheriff para impedir que el preso pueda ser ... [+]
9 de enero de 2015
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda alguna “Río Bravo” es uno de mis westerns favoritos. El inconveniente es que no siempre es un western.

Con cada visionado se acentúa mi sensación de asistir a dos películas en parelelo. La primera, que narra la historia de un sheriff, su ayudante borracho, un viejo cascarrabias y un joven intrépido custodiando a un prisionero en la cárcel del pueblo, me parece, como digo, uno de los más ejemplares westerns jamás filmados. Sin embargo, cada cierto tiempo al sheriff le da por cruzar la calle y entrar en el Saloon, y yo como espectador creo entrar a su vez en otra película, una comedia romántica sobre el flirteo entre un cincuentón y una fulanita que podría ser su hija, que no me parece ni divertida ni pasional.

El problema no es únicamente su mal ensamblaje con la trama principal (esa impresión mil veces experimentada en el cine americano del romance que debe darse “a la fuerza” aún cuando para nada es necesario) sino su propio desarrollo como pieza autónoma. Y esto en Hawks me aturde y me sorprende, porque si por algo hoy se recuerdan obras como “Tener y no tener” o incluso “El sueño eterno”, es por haber logrado transmitir en su más alto voltaje un concepto tan manido como la “química” amorosa. Literalmente saltan chispas en la pantalla cada vez que reúne a Bogart y Bacall. Y el regocijo está asegurado cuando el director encara a Cary Grant con Katharine Hepburn; o, incluso más tarde, a Rock Hudson y Paula Prentiss en la deliciosa “Su juego favorito”.

Sin embargo, en el caso de “Río Bravo” parece que todo se acumule para errar el tiro. La cámara se relaja tanto que la planificación se convierte en monótona y cansina, los diálogos no poseen una sola réplica realmente ingeniosa o digna de ser recordada, y las interpretaciones resultan sosas a más no poder: de Wayne ya es esperable en tal tesitura, y una Dickinson aún demasiado joven para lo que ofrecerá años después, aparece bonita pero francamente inexpresiva.

Afortunadamente, el sheriff suele acordarse que tiene un gran lío montado en la cárcel y con buen criterio regresa cada vez a la película principal. Y ahí, sí, el western brilla en todo su esplendor, y enumerar cada momento antológico sería tanto como desmenuzarlo plano a plano.

Ahí está ese inicio mudo, absolutamente magistral, y que condensa la verdadera magia del cine (¿acaso alguien en sus cabales giraría completamente sobre sí mismo para atizar un puñetazo?). Ahí están las escaramuzas nocturnas, rodadas con un brío y un sentido del tempo asombrosos. Ahí está esa delatora gota de sangre sobre la jarra de cerveza. Ahí está la genialidad del cineasta que convierte una escena impuesta por los productores (Dean Martin y Ricky Nelson tenían que cantar juntos por defecto), que nada aporta al avance de la acción, en tal vez la mejor de la película, revelando a través de ella con más sabiduría y sutileza que nunca el tan hawksiano concepto de la camaradería y la amistad.

En fin, para qué seguir. Todo se ha dicho y mil veces se podría repetir sobre las impagables virtudes que convierten, como es opinión generalizada, a “Río Bravo” en uno de los mejores westerns de la historia.

Cada vez que decide serlo, claro está.
Quim Casals
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