¿De qué va?:

Javier Cámara es Cundo, un asturiano treintañero que dejó el pueblo para buscar fortuna en Argentina y que ahora regresa para el entierro de uno de sus amigos, Suso. A su regreso se encontrará de nuevo con su grupo de amigos de juventud y con sus peculiares padres.



Crítica:

Hay algo en esta película que hace que no termine de llegarme. La ambientación está bien y no cabe duda que sus intenciones son buenas, de desbordante optimismo en su desenlace diría yo. La película quiere vendernos que todos tenemos buen fondo y siempre podemos mejorar aunque podamos parecer unos capullos, y yo aplaudo eso, solo que dicha metamorfosis sucede por arte de magia. No hay nada mínimamente convincente que nos ayude a comprender porqué todos los personajes mejoran como seres humanos. Al guión en ese aspecto le falta un mundo por rellenar.

Además son todos demasiado estúpidos, principalmente el prota que es tan rematadamente idiota que no acierta uno a comprender como pudo en su día ligarse a la mejor piba del pueblo y tener un pasado en plan malote que te cagas, ¡el tío no tiene ni las neuronas suficientes para ser malo!. Se puede argumentar que se quedó gilipollas por sus coqueteos pasados con las drogas, pero Javier Cámara no interpreta a un 'Luisma', sino a un tonto de verdad, de teta vaya.

Los demás personajes también pecan de una caricaturización extrema, que no ayuda sino a tomárselo todo un poco a coña, así que cuando luego te quieren emocionar con la torre de los cojones y el buen corazón que tienen todos como si esto fuera una peli de Capra, pues no cuela.

En lo que la película es verídica es en el trinque, eso sí. Da igual Asturias que Andalucía o Aragón, está claro que en cualquier pueblo de España la gente sopla de lo lindo, la cantidad de botellinas que se zumban aquí es tremenda.

Regular, por lo de las buenas intenciones, pero inmensamente mejorable.