No pretendo que esta crítica se convierta en un panfleto LGBT, pero sí que es cierto que el amor es universal.
Una noche, tras una reunión con unos amigos, alguien va a una discoteca. Allí se toma unas copas, dirige miradas, entabla conversaciones, conoce a alguien. Se marchan juntos. Ríen juntos, se van a casa, echan un polvete y, según siguen hablando al día siguiente, se van dando cuenta de que puede haber algo más. Pasarán un fin de semana que no olvidarán durante el cual compartirán vivencias, recuerdos, besos, caricias, miradas, emociones... Y ahora bien, habiendo leído este texto, ¿dónde está la distinción de géneros? En ningún sitio, porque al fin y al cabo no importa.

A veces me enerva cuando catalogo una película como "de temática" o no la recomiendo a amigos heteros porque sé que no les va a gustar. A pesar de que Weekend trate el amor de una manera tan sincera como pocas veces he visto en el cine, a mucha gente le tirará hacia atrás porque "oh, son dos hombres y no me va a gustar porque no me puedo sentir identificado o identificada". Y yo respondo "Pero si solo es amor, ¿qué mas da? ¿Tan distinto es?".

Al margen de mi opinión sobre la mentalidad LGBT actual, hablo de la película directamente. Dos actuaciones soberbias, aunque yo me quedo con la de Tom Cullen. La química entre los dos protagonistas es asombrosa, con gestos y miradas saben decirse todo, pero cuando llegan a las palabras lo bordan, gracias al guón. El señor Andrew Haigh, que ahora está detrás de la serie Looking de la HBO, ha escrito a dos de los personajes más humanos que he visto en pantalla; tan reales hasta el punto de que casi no son personajes, son personas.

En conclusión, seas gay, hetero, bisexual o marciano, Weekend merece la pena. Buenos actores, una música correcta con una preciosa canción acompañando los títulos de créditos finales, y un guión soberbio.