Señores, me tragué esta vil bazofia. Y además lo hice en el cine, viva yo.

Normalmente, cuando uno va a pasar la tarde en el cine con amigos, no espera verse la película del año, sino más bien el título taquillero y palomitero de turno, que le arranque unas risas y luego pueda olvidar sin remisión. Pero... ¿qué hacer cuando una película es tan estúpida, tan superficial, tan absurda y tan irremediablemente atroz como ésta? Porque un engendro de estas características es de los que marcan, vaya que sí. Y es que de camino a casa íbamos cagándonos en todo y comentando el inigualable registro de chorradas (algunas de malas malísimas hacían gracia, otras no) que se encontraban cada dos minutos.

El guión, de risa. Drogas, sexo, sexo, drogas, drogas, sexo, sexo, drogas y ¡pum! muerte.
Los actores, de horripilante a mediocre. Aún no entiendo que dejen entrar a Carapalo Iglesias a las salas de rodaje, y el resto no es que se luzca. La única que lo hace aceptablemente: Ana Polvorosa, y no me sorprende, porque esta chica siempre me ha parecido una actriz bastante resuelta a pesar de las mierdas de papeles que le dan. Porque ésa es otra, no hay un solo papel en esta película que merezca la pena, todos andan desdibujados en la línea de los clásicos topicazos que tanto han hecho por animar el conflicto generacional, y desde luego ninguno, aunque lo intentara, resultaría creíble en su papel.
La comedia, sonrojante. El drama, sonrojante y en ocasiones descojonante.

Por primera vez, me sumo a la petición de dar ceros a las películas, ya que ésta lo merecería. Una incómoda losa para los actores serios que participan en ella, y una inmerecida publicidad para los idiotas guapetones que no han gesticulado bien en su vida.