Un buen psicólogo. No, un magnífico psicólogo: porque sólo un psicólogo magnífico puede escuchar un reproche (me has relegado) en boca de una mujer -en boca de su mujer- y aguardar en tonos grises el momento, su llama nadando el agua fría, para poner, más allá del otoño siguiente, las cosas en su sitio: nunca te he relegado.
No es sólo, EL SEXTO SENTIDO, una enorme película de terror. No es sólo una película de actores y de actrices. Es, también, una historia en la que el protagonista, inmerso en la sombra que le llevó el blanco día, perdiendo el respeto a la ley más severa, desata el alma suya y, después de aprovechar una oportunidad para enmendarse, acaso una travesía por el purgatorio, clama, mientras vierte la sangre de unas venas que dieron fuego y al filo de esotra parte en la ribera, por lo que fue, por lo que es y por lo que ha de venir: dejo aquí mi cuerpo pero no su cuidado. Seré ceniza pero tendré sentido. Polvo seré, más polvo enamorado.
Fue una grande manera de despedir el viejo siglo XX. Aunque todo empezase a ser diferente por la mañana.