Media votos
7,4
Votos
644
Críticas
637
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de PROT:
10
17 de noviembre de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En ocasiones, el que no ve muertos, se topa con una película que parece hecha para uno. Una película que entra hasta el fondo. Un ventarrón de sugerencias, ideas, proposiciones. TODAS LAS MAÑANAS DEL MUNDO, para este "uno", es el ventarrón.
Jean de Sainte-Colombe, compositor, violagambista y oriundo del sudoeste de Francia, fue de esos personajes que, en algún momento, pulularon por las ondas cuando Clásicos Populares nos alegraba las sobremesas a unos cuantos afortunados. No tanto porque si lo hubiera llegado a saber habría compuesto su padre, sino, por contra, como desconocido célebre. Y es en la cinta de Alain Corneau, con base en la novela de Pascal Quignard, que a este desconocido célebre se le pinta además como un sabio que, huyendo del mundanal ruido, se refugia entre cuatro tablas con la única compañía de su Música y, como si de una reminiscencia de Prudencio Aguilar se tratase, del espíritu de su mujer, que lo viene a visitar, de tanto en tanto, desde la muerte.
Espléndido vestuario, mimimalismo pretendido, banda sonora sublime y un Gèrard Depardieu enorme que le devuelve a la Roxana de aquel Cyrano no pocos desdenes y algunos disfavores componen una obra, majestuosa, que hace nacer un amor no aminorado por el tiempo.
Jean de Sainte-Colombe, compositor, violagambista y oriundo del sudoeste de Francia, fue de esos personajes que, en algún momento, pulularon por las ondas cuando Clásicos Populares nos alegraba las sobremesas a unos cuantos afortunados. No tanto porque si lo hubiera llegado a saber habría compuesto su padre, sino, por contra, como desconocido célebre. Y es en la cinta de Alain Corneau, con base en la novela de Pascal Quignard, que a este desconocido célebre se le pinta además como un sabio que, huyendo del mundanal ruido, se refugia entre cuatro tablas con la única compañía de su Música y, como si de una reminiscencia de Prudencio Aguilar se tratase, del espíritu de su mujer, que lo viene a visitar, de tanto en tanto, desde la muerte.
Espléndido vestuario, mimimalismo pretendido, banda sonora sublime y un Gèrard Depardieu enorme que le devuelve a la Roxana de aquel Cyrano no pocos desdenes y algunos disfavores componen una obra, majestuosa, que hace nacer un amor no aminorado por el tiempo.