Película dura, sin censuras, de difícil digestión. Sin paños calientes. Directa a la yugular. No para todos los públicos. Una historia real bañada de violencia con toques de humor negro que recuerdan a Tarantino. O quizá al absurdo de los hermanos Coen. Bienvenidos a la América profunda, la sociedad del espectáculo y la ley del más fuerte.
“Yo, Tonya” narra a modo de documental la historia verdadera de una mujer que se proposo vencer en el entorno más hostil que difícilmente podía imaginar. Un homenaje total a la perseverancia de una cenicienta armada hasta los dientes.
Bien dirigida y con buenos actores, creo que la entrenadora de Tonya merece más protagonismo, el cual queda absorbido por los personajes más necios y violentos y que la historia se entretiene demasiado en los hechos más soeces. Pero este foco en la parte más vergonzosa de la historia es, precisamente, lo que hace de Tonya una antihéroe perfecta, alguien sin el brillo de otros campeones pero con las mismas virtudes (o más).