La partida de Coronado, su saber estar, su frialdad durante la mano con la consiguiente victoria suponen un subidón emocional de esos que no muchas películas te permiten disfrutar. Pero en realidad la película no tiene mucho más, a excepción del juego psicológico que ejerce Coronado con la niña adolescente (buena y desaparecida del mundo del cine Yohana Cobo), las escenas se suceden de un modo repetitivo, los mismos lugares, las mismas actitudes que vistas desde el exterior resultan vacías y poco explicativas. Coronado es un apuesto tipo de pocas palabras al que las camisas le quedan muy bien y su influencia en la familia parece ser la de un benefactor misterioso, una especie de Ángel de la Guarda que procura todo lo mejor para la familia. Decepciona que un hombre de tanta rectitud y de tan nobles modales termine quedando retratado como una víctima más de la pasajera pasión calenturienta, idea fija del cine español, en torno a la que giraban prácticamente todos los argumentos hasta hace unos pocos años.

De hecho es una película poco realista, pero hay que tener en cuenta que representa otros tiempos, queda muy bien saber que Coronado como buen tipo duro tenía ases en la manga, pero lo curioso es que los del bar que eran los que se estaban jugando el dinero y además en su 'casa' no intentasen también hacer trampas ni emplear la violencia física al ser ellos más y estando en un lugar clandestino como aquel.

Otra curiosidad es que pensé que los diamantes que Coronado dejó escondidos en su maletín, habiendo dentro también un catálogo de piedras preciosas, eran falsos, y que lo hizo con la intención de darle una lección a la niña mayor (anticipándose a que ésta le iba a registrar sus cosas -como así sucedió- y que al verlos se los iba a quedar, cosa que finalmente no terminó ocurriendo).