Esto es imperdonable, absoluta y radicalmente imperdonable. Aunque la ficha de la película que figura en la página se haya olvidado por completo, Jude Law también aparece en esta historia. Claro que es el narrador/escritor y sólo le vemos, le intuimos, entre sombras. ¡Una desdicha! Protesto, pues, con todas mis fuerzas ante esta falta de consideración hacia las espectadoras, por no haber tenido de la delicadeza de haberle dado un mayor protagonismo a semejante galán, nunca lo bastante reconocido.

Como es lógico, esta no es la única desgracia de «Una serie de catastróficas desdichas». El nombre lo dice todo. O no. Porque sospecho que niños y mayores se lo pasarán en grande con el polifacético Jim Carrey haciendo de las suyas en el papel de conde Olaf, el villano «carente de talento» pero con múltiples habilidades que provocará la desdicha de los tres huérfanos Baudelaire. Se toma hasta el lujo de emular al Drácula de Gary Oldman. Y queda gracioso, lo que nunca me hubiera creído.

La película tiene una evidente vocación infantil, pero cuidado con su oscura fantasía y esas serpientes gigantes, porque puede que a los más pequeños de la casa no les parezca tan divertido. Aun con todo, la trama y la intriga siguen un desarrollo fácil de comprender, los personajes son carismáticos (me quedo con Sunny, la más cuerda de todos) y despliega una puesta en escena que maravilla. A mi toda la parte del Lago Lacrimógeno me encanta. Mensaje de amor, constancia, compromiso, inteligencia, imaginación y cultura, idóneo para niños, jóvenes y adultos.

Cine para todos, así que estupendo.