Y un cuento maravilloso. Con Frankenstein y la Bella y la Bestia como claros referentes, era difícil (por lo grande de la empresa) que a Tim Burton le saliera bien el experimento. Cosas que pasan, no sólo le salió bien, sino que el resultado es excepcional.

Por ponerle una crítica negativa, diría que la vida cotidiana de Edward en el vecindario no tiene ni la belleza ni la sensibilidad que desprende la historia y el propio personaje. Ante ese tono de leyenda y ese aire de fábula romántica (en el estricto sentido de la palabra) que impregna la película, hablar de barbacoas y peluquerías resulta insoportablemente prosaico. Aún así, se le perdona por lo divertido de las situaciones y por la importancia de esas experiencias, ninguna superflua, en el desarrollo de la historia.

El resto, todo halagos. Empezando por la caracterización de Eduardo Manostijeras, pasando por la fantástica banda sonora y terminando con el espléndido desenlace que te deja, verdaderamente, con la boca abierta y los ojos llenos de lágrimas. No, no me da vergüenza admitir mis lágrimas ante un cuento tan bien contado. Absolutamente geniales los recuerdos de Eduardo en la mansión de su padre. Inmejorables. Además, la presencia de Vincent Price contribuye a aumentar, si cabe, la atmósfera oscura y gótica que Burton consigue recrear.

Estupenda. Una pequeña joya que hay que descubrir. Un cuento con valores tan universales como el amor, la bondand y el respeto; y que plantea cuestiones fundamentales sobre en qué consiste naturaleza humana. Muy, muy recomendable.