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España España · Málaga
Voto de Kaori:
4
Comedia Hace 11 años que Fernando Tobajas, un hombre de cierta edad, decidió vivir en el cuarto de baño, en el que creó un pequeño apartamento, y no salir nunca de él. Tobajas ha renunciado a todo, excepto a la vanidad, y sus contactos con el mundo se reducen a las visitas de los amigos y a los mensajes que envía por el retrete dentro de tubos de aspirinas con la esperanza de que alguien los reciba y sepa de su existencia. Arabel Lee, una chica ... [+]
18 de marzo de 2017
11 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un señor decide apañarse el cuarto de baño como vivienda y no salir de allí. Así lleva once años el señor Fernando Tobajas cuando lo conocemos en chándal jugando al dominó. «El anacoreta» es una película que puede ser mejor o peor según cómo la interpretes, y yo tengo mi interpretación personal.

Lo que le pasa al señor Tobajas es que es un cobarde y un irresponsable. Un caprichoso que tiene miedo de la vida en su totalidad, de los problemas y de la práctica de vivir, con sus frustraciones, sus errores, sus dilemas y sus desgracias, y quiere congelarse en el reino teórico de la fantasía. Si se quiere vivir alejado de la verdad, adelante; pero que sea consecuente y no obligue a los demás a que tengan que cargar con él, con sus cuidados y exigencias, esas sí que muy verdaderas. Nos pretenden hacer creer que este neoanacoreta laico es un ejemplo de dignidad, de rebeldía social, de desprendimiento; cuando no es más, repito, que un cobarde sin agallas, un imberbe emocional, un idiota del montón con aires de superioridad que no renuncia a los placeres de la vida ni a las comodidades, claro, pero sí al dolor, como si de esta manera quisiera desprenderse de la mitad de su humanidad. ¿Qué clase de anacoreta es ese?

Dicen que Arabel Lee representa la tentación, pero yo creo que en realidad lo que representa es el sufrimiento. Fernando se acuesta con todas las que pilla y se le ofrecen, manda narices (terrible lo de la criada Clarita), así que la tentación no viene por ahí. Fernando, que no quiere sufrir ni tomar ningún riesgo en la vida, se topa con una reina de la práctica carnal que lleva escrito entre sus senos la palabra «perdición». Salir o no salir de ese cuarto de baño no importa: el dilema es sufrir o no sufrir; y don Fernando, que hasta la llegada de Arabel Lee pasaba de todo y se escondía en el armario, sufre con el corazón roto sentado en el retrete y mirando siempre la misma pared. Porque si eres humano, nada de la humanidad te es ajeno aunque trates de encerrarte en tu cuarto de baño y le des la espalda a la realidad.

Lo que deberían hacer todos es mandarlo a paseo y que se busque la vida él solito en su baño privado. El comportamiento de Arabel Lee es desesperante, pero al menos le dan cierta salida digna.

El final me gusta. Fernando se lo merece.
Kaori
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