De nuevo Van Damme marcando mi infancia. Sabía que existía una película suya en la que llegaba a la casa de una mujer rubia y acontecía una de esas escenas subidas de tono que las niñas buenas no deberíamos ver, pero que yo vi. Pues esta es.

Que estés tan tristona en tu granja amenazada y de repente se cruce en tu camino un señor como Jean Claude es para que se te quiten todas las penas. Rosanna Arquette tiene esa suerte. Yo he tratado por todos los medios de encontrarle algún defectillo al presidiario Sam Gillen, algo que pudiera no gustar de este hombre, que desde luego no es E.T, pero que igualmente parece caído del cielo. He aquí un ejemplo magnifico de masculinidad irresistible que no incluye esos estereotipos absurdos tan extendidos sobre el macho alfa, lo que claramente es. Enumerar sus virtudes sería demasiado largo, casi inabarcable, pero sirvan como muestra las lágrimas que derrama, la ternura que demuestra, la suavidad de su carácter y la contención de su deseo: ella se le insinúa cuando no debe, y él, que lo sabe, espera.

«Sin escape» es casi más un romance entre puñetazos, que unos puñetazos entre romance, así que te quedas con gana de más acción y más peleas, sobre todo porque la historia de amor no es ninguna maravilla. La trama es previsible en todo, excepto en el final, donde pude ocurrir cualquier cosa, tanto buena como mala, así que mejor me callo. El conjunto es correcto y agraciado, resaltando valores como el amor, la redención y el sacrificio.

No importa el tiempo que pase: eres mi ídolo, Van Damme.