Confieso que no tenía grandes esperanzas en «Vivir sin permiso» y pensaba que me iba a encontrar más de lo mismo, tipo «El Príncipe», pero en parte ha sido una grata sorpresa.

La primera temporada me enganchó totalmente. El protagonista es Nemo Bandeira, un peligroso narcotraficante que domina su territorio como todo mafioso que se precie, solo que descubrirá que tiene una enfermedad degenerativa que irá mermando su salud hasta que pierda toda la memoria y facultades. Ante esta situación, habrá que ir moviendo pieza para sobrevivir. Y no solo por su parte, sino por parte de quienes le rodean: familia, enemigos, compañeros, policía, todos con sus intereses y conflictos.

El encanto de la primera temporada reside en dos puntos fundamentales: el personaje de Mario Mendoza y la delicadeza con la que se construye el posible romance. Mario (Alex González) no es el protagonista que esperábamos, y eso es bueno, te descoloca desde el principio. Mario actúa con una ambigüedad moral bien conseguida; de hecho, se presenta como un villano atractivo, inteligente, capaz, manipulador, maquiavélico... y con corazón. Me diréis, «ya estamos con el psicópata sensible que tanto criticas», pero no, Mario no es así porque para empezar ni siquiera sabemos si es verdaderamente malo. Mario Mendoza se perfila como un personaje de amplio recorrido emocional y dramático, capaz de cometer las mayores vilezas odiándose a sí mismo por ello, porque sabe que está haciendo el mal, es consciente de lo despreciable y podrido que está. De ahí que su historia con Lara (Claudia Traisac) tenga sentido y sea creíble. Esta relación se plantea con un bonito in crescendo de futuro incierto. El final de la temporada te deja con la boca abierta, así de claro.

Ahora bien, luego hay que seguir, y es en la continuación cuando han tirado prácticamente todo al mar y la serie se ha echado a perder. No voy a criticar la trama mejicana porque no me parece mala por sí misma, de hecho gracias a ella tenemos a Leonor Watling y a un desatado Patrick Criado a quien amo, de verdad que este chico es oro. Sin embargo, todo lo demás está mal: el comportamiento errático e incongruente de Lara (esta tipa..., en serio...), el mimo con el que se trata a Nemo, que es un hombre asqueroso e inmoral; el nulo castigo a las conductas pasadas; Mario volviéndose un blando de la noche a la mañana, la ausencia de personajes claves como el Carlos de un impresionante Álex Monner (yo sí me acuerdo de ti), el romance se vuelve precipitado, sin ganas, sin fuerzas... En fin, es que no.

Tenía todas las cartas para ser una seria dignísima, coherente, arriesgada... pero todo se vuelve complaciente y poco trabajado. La salvo por lo que vale la primera temporada y por las interpretaciones, nada más.