Aún los hombres no se han enterado, claro, y muchas mujeres tampoco, pero todas llevamos una pantera dentro, un felino, un gato de zarpas afiladas, una fuerza incontrolable según nuestro ánimo. La pasión amorosa, fuerza positiva, nos despierta y nos libera, pero hay otras fuerzas negativas, como la ira y los celos, que afilan nuestros colmillos y despedazan al hombre que los provoca. Lo malo de esto es que el varón se resiste a este dominio femenino y quizá por eso la pobre Irena tiene una vida tan triste.

«La mujer pantera» logra combinar el misterio con el suspense con gran elegancia, consiguiendo secuencias que superan a las tan cacareadas de Hitchcock, como es la del autobús, que me puso de una tensión casi insoportable. Cierto que el guión comete algunos errores de precipitación, porque es difícil hacer creíble que estos dos amantes se conozcan, se enamoren y se casen porque sí, y que el marido se tome con tanta parsimonia las aprehensiones de su esposa. Sin embargo, la película se va asentando poco a poco y se apodera de ti la angustia de la pobre Irena, el miedo de quienes la conocen y las deslumbrantes metamorfosis fantasmagóricas, una bella y eficiente forma de resolver las limitaciones técnicas. El desenlace no me gusta demasiado, pero quizá sea la única alternativa coherente al conflicto planteado.

Magnífica esa pantera hermana de ojos inmensos y pelo aterciopelado que comparte en un mismo destino con la incontrolable y también hermosa Irena. Cuidado, chicos.