Lo siento mucho, pero yo solo puedo considerar «El callejón» como una película de serie B. Y quizá por eso mismo soy generosa en mi juicio.

Que es débil, lo es, pero que la situación genera tensión y el toque sobrenatural la convierte en una cinta de grata visión, también es cierto. Ana de Armas se calza unas botas negras y se mete en el callejón oscuro y solitario que está al lado de su casa para lavar la ropa en una lavandería que hay por allí. Esto ya es raro, porque, chica, si estás muerta de miedo, que lo estás, ¿por qué no vas acompañada? ¿Por qué no esperas a que se haga de día? ¿Por qué no le pides el favor a tu hermana? El remate es cuando llega un desconocido con acento colombiano (me gusta el acento colombiano), cual lobo feroz, y te pones a contarle tu vida con lujo de detalles, incluida tu dirección. Niña: ¿nadie te ha dicho que nunca hables con extraños? Pues eso.

Se produce alguna que otra situación ilógica que estropea el argumento y el tono parece querer relajar la tensión en vez de multiplicarla, así que «El callejón» navega entre lo pulp y el terror clásico, con referentes obvios tipo «El Ansia» de Tony Scott y arquetipos del género como lugar solitario, personajes estrambóticos, chica en peligro, aislamiento y oscuridad. Antonio Trashorras coge estos elementos y los explota en plan bruto, con cierto encanto y con un indiscutible amor hacia lo que hace.

Me la esperaba peor.