La verdad es que todo «Retorno al pasado» parece eso, como un sueño. No me preguntéis por qué. Quizá porque es tan abigarrada, intrincada y retorcida en su esencia como una pesadilla constante. La pesadilla de un hombre que no puede escapar de sus experiencias pasadas.

Jacques Tourneur es un director del que empiezo a confirmar que tiene talento y aquí se hace de pura negritud, sin concesiones: voz en off, muchos cigarrillos, desesperanza envuelta en gabardina, mafiosos vengativos, diálogos inteligentes, ácidos, chispeantes; pasiones obsesivas, detectives con carácter y mujeres fatales que te enamoran en Acapulco. El pasado siempre vuelve, y por desgracia no es en forma de sueño.

La regenerada vida de Jeff Bailey se ve de pronto interrumpida con la llegada de un conocido de ese pasado que ha dejado atrás. O creía haberlo dejado. Digamos en su favor, que este hombre no ha hecho realmente nada malo o poco ético o tan siquiera perjudicial para los demás, solo se ha enamorado, y tal parece que el amor es el mayor de los errores. Por ahí podrían haber sacado más sustancia, proponer un pasado más turbio. El guión produce algunos momentos confusos y al personaje de Whit, con un Kirk Douglas tan estupendo como siempre, se le da poco protagonismo; de hecho, parece que, tan listo que presume que es, no se entera de nada.

Jane Greer es una femme fatale que marca escuela. Su Kathie consigue una auténtica ambigüedad en sus actuaciones y se impone como personaje principal sobre el que giran todas las desventuras y venturas del resto de personajes. Robert Mitchum aparece, nuevamente, demoledor. La fotografía es preciosísima y hay un beso en concreto que te pone los pelos de punta. El desenlace es tan hermoso como desgarrador, y no voy a comentar nada más al respecto porque simplemente debes ver la película.

Dulces sueños, querido Jeff.