Nos sentamos en el sofá armados de una buena porción de nachos con queso y unos cuantos refrescos. Hemos decidido disfrutar durante una par de horas del delirante y paranoico mundo de las teorías de la conspiración, todo ese entramado de corrupción y de anhelo desatado de poder que tantas alegrías suelen dar a sus seguidores. Ya se sabe: nada es lo que parece y fuerzas ocultas pugnan por dominar el mundo. En Estados Unidos esto ocurre por lo visto en cada panadería.
¡Que vienen los rusos! Y aparece el típico científico loco pero convencido de sus cosas. No te acerques mucho que te meto un implante que te vas a enterar y encima te hipnotizo, todo por el mismo precio. Pero por suerte aparece Denzel el Jovial que se arranca el microchip como quien se quita un granito y de repente ve la luz y se da cuenta del desastre que se avecina.
Meryl Streep está de subidón total, yo creo que se habrá arrepentido bastante de haber aceptado el papel. Sólo le falta llamar a Santa Klaus: "¿Klaus? ¿Santa Klaus? ¿El Gordo Santa Klaus?" y obligarlo a que adelante su paso por el país para que no influya en las elecciones presidenciales.
Jon Voight debe pensar que hay que trabajar para vivir, lo mismo que Bruno Ganz.
Liev Schreiber viene hipnotizado de serie, lo cual ayuda bastante.
Jonathan Demme se ha quedado definitivamente en silencio, este corderito ya no tiene nada que aportar al séptimo arte.