Grace Mary (Alexia Fast) fue concebida en unas extrañas e indecorosas circunstancias. Criada en un entorno religioso muy conservador lindante con el fanatismo. Aunque en un alarde de valentía y decisión, consigue zafarse de sus cadenas y consigue su ansiada plaza en la universidad.

Grace quiere ser una chica normal cuando accede a la facultad. Conocer gente con la que poder estudiar, hacer amigos, tener vida social, descubrir su propia sexualidad (reprimida durante toda su vida), y obviamente, conocer a un buen chico guapo con el que echar un buen (o unos cuantos) polvo.

Todo esa felicidad que Grace estaba experimentando, se ve truncada cuando se evidencia una posesión demoníaca, la cual hará que Grace tenga que volver nuevamente a su lugar de origen.

En realidad es (como suele ser bastante habitual), la Iglesia Católica la que es usada como muñeco del pim pam pum. El Padre John (Alan Dale) señalado como un abusador, violador y, progenitor de Grace. Todo esto está muy bien, aunque en mí opinión, tampoco estaría de más referenciar, de vez en cuando, a otros credos también. Aquí, todo el mundo tiene cadáveres enterrados en los jardines, no solo el Catolicismo.

Lo que sí me ha sorprendido de la película, es que es la primera vez que veo un relato de posesiones, en el que el demonio, ejerce de justiciero.

Grace es liberada pero a costa de un alto precio para el Padre Luke (Joel Moore).

Lo mejor de la película y, sin lugar a dudas, es contemplar en todo su esplendor el cuerpazo quita hipos de Jessica (Alexis Knapp).